EL TORO QUE MATÓ A JUAN «EL CHIQUI»: Que trata de España

Críticas, España, Reseñas

Cualquiera que lea este título esperaría un alegato a favor o en contra de la tauromaquia, pero Miguel Guerrero, el autor, se la juega de verdad y utiliza el toreo como telón de fondo de una sátira cómica y muy ácida sobre las miserias de la naturaleza muy humana y muy española. A medio camino entre el cachondeo patrio de Club Caníbal y la amargura del juguete roto de un «Urtáin» con muchos menos medios, El Asilo, que así se llama la compañía, no deja títere con cabeza en este recorrido que mezcla el viaje del héroe de Campbell con el esperpento de los miserables que pueblan y conforman la fiesta nacional.

La historia comienza con la retransmisión de la muerte de Juan «El Chiqui», figura mayúscula del toreo, que para más inri, está casado con una famosa tonadillera. El apoderado, que se ve en la ruina, tiene que buscar un nuevo reclamo para el cartel de Las Ventas, y no se le ocurre otra cosa que recurrir a Juanillo, hijo del torero, un chaval que ha dejado el ruedo para dedicarse a la música acosado por la sombra de su padre. Mientras Juanillo intenta trascender mediante la excelencia en el toreo, a su alrededor se forja una maraña de intereses que acabará por convertir la fiesta en puro negocio. Los clichés de mantillas, vírgenes y supersticiones se mezclan con temas más serios como las enfermedades mentales de los toreros, el miedo, la tortura del afeitado de los toros, la manipulación del apoderado o el coqueteo con la droga, y también con una fiesta que a día de hoy tiene mucho de patriotismo rancio y dinero, a pesar de quienes se entregan a ella por lo que una vez fue.

Todo esto, que brilla en el texto, no se ve reflejado con justicia en la puesta en escena. Por una parte, esta compañía tiene los mismos problemas que casi todas las compañías emergentes: la falta de medios, y en el montaje se echa de menos una apuesta por una plástica más conseguida. Por otra, la vis cómica de los actores, que es mucha, a veces les lleva a la parodia, tendencia que ya se vio en las escenas pastoriles de «El Animal de Hungría» , donde coincidieron anteriormente, y que provoca que las escenas, en vez de entrar hasta la bola, den una larga cambiada y truequen la catarsis por la carcajada tranquilizadora.

Tampoco es el Alfil el teatro ideal para este montaje. El día del estreno había desajustes lumínicos y de transiciones que empobrecían el ritmo, y que el rodaje corregirá. Recomiendo que vayan a ver esta función y se rían con las acertadas encarnaciones en las que se suceden Oscar Fervaz, Gonzalo Lasso y Luis Caballos, pero también que lean entre líneas la tragedia que subyace en este texto que nos retrata con vitriólica contundencia, tan cerca de nuestras miserias españolas que asusta.

Ojo a esta compañía, que si corrige algunos errores y sigue por este camino, promete muchas tardes de gloria.

Teatro Alfil, miércoles hasta el 8 de agosto

FICHA ARTÍSTICA

Autor: Miguel Guerrero

Dirección: Miguel Guerrero

Intérpretes: Óscar Fervaz Gonzalo Lasso Luis Caballos

Escenografía: Irene Vivas

Vestuario: Freya MB

Música: Miguel Guerrero

Iluminación: Borja Centeno

Sonido: Miguel Guerrero

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