HEDDA GABLER no pasea por Lavapiés

Críticas, España

Por Diana Eguía Armenteros (Universidad Católica de Ávila) / 19 de diciembre de 2023

Àlex Rigola, en su dirección y adaptación de Hedda Gabler de Henrik Ibsen, nos enfrenta al teatro desnudo, una experiencia destinada aparentemente a un público concreto: los propios profesionales del teatro. La puesta en escena prescinde de atrezzo, escenografía y vestuario, dejando únicamente la voz de los actores resonando en una caja de madera de 9 x 7 metros, donde una audiencia limitada a 80 personas se dispone en incómodas gradas en forma de L. Este enclaustramiento es tanto físico como mental, ya que el pequeño espacio obliga a entrar en intimidad con el estado mental de los personajes, donde abunda la misma pequeñez en forma de mezquindad, confusión, tedio e hipocresía.

La trama de Ibsen se reduce a su esencia, lo cual resulta apreciable, ya que la simplicidad y la incomodidad se fusionan, resonando en la mente del público el vacío de la psique de los protagonistas. La obra se concentra en cinco personajes, cuya intimidad se proyecta con tal intensidad que terminan siendo llamados por los nombres de pila de los actores, así Hedda es Nausicaa Bonnin, Tesman es Joan Solé, etc. El drama se desenvuelve en torno a la mente de Hedda, desmarcándose ligeramente de la tradicional figura de la femme fatale y trasladando las pequeñas tragedias de la alta burguesía europea decimonónica a un contexto lo más contemporáneo posible: la infidelidad, el aburrimiento de las parejas de la élite intelectual, la absurda competitividad en la corrupta academia universitaria, etc. El problema es que, quizá, todas estas miserias estén ya más que desbordadas por problemas mucho mayores.

A pesar de los aspectos fascinantes de este ejercicio dramático, como la asfixia y la claustrofobia, Rigola se aventura en terreno arriesgado al rescatar un texto como Hedda Gabler. Ya en los noventa, Donna Haraway se refirió a la multicrisis actual como “la cosa escandalosa”:  crisis climáticas, financieras, humanitarias, de fronteras, de recursos naturales, etc. Más allá de ese juego dentro de las artes escénicas que propone este montaje, cualquiera que hoy experimente un dolor emocional, ansiedad o desesperación similar a la de estos personajes, lo hace por motivos mucho más acuciantes que la apatía vital.

Hedda se sume en el hastío, manipulando su entorno y fantaseando con el suicidio, actividad que considera de una hermosa y delicada belleza si es practicada con un revólver. La obra se representa en el Teatro Valle Inclán, en el barrio de Lavapiés de Madrid, donde muertes de una crudeza radical han tenido lugar en los últimos tiempos. Suicidios provocados por desahucios, violencia vicaria y machista, abuso racista policial, etc. ¿Es pertinente, entonces, meterse una hora y cuarto en una caja de madera para revivir la frivolidad susurrante y la abulia insoportable de Hedda y sus amigos en un contexto de crisis real? La calidad interpretativa no se cuestiona, pero la elección de enfrentar al público a la privilegiada decadencia de Europa de finales del siglo XIX plantea una pregunta crucial: ¿estamos aún conectados con Ibsen?

Del 22 de noviembre al 30 de diciembre de 2023 / Teatro Valle-Inclán (Sala Francisco Nieva), Centro Dramático Nacional

FICHA ARTÍSTICA: Texto: Henrik Ibsen / Dramaturgia y dirección: Àlex Rigola / Reparto: Nausicaa Bonnin, Miranda Gas, Pol López, Marc Rodríguez, Joan Solé / Caja escénica: Max Glaenzel / Construcción de escenografía: Pascualin Estructures Stage Technology SL y Sumescal SL

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