EL LECTOR POR HORAS: la crudeza del no color

España, Reseñas

Por Tiago P. Barrachina (Universitat de València) / 11 de noviembre de 2023

Cuando salí del teatro, había una especie de halo frío, había una humedad que calaba los hombros y una oscuridad… una oscuridad penetrante, abrumadora, sofocante. Caras serias, sí, al salir de la sala y una atmósfera tensa, palpable, no por la calidad de la función sino por el vaso de tinieblas que se nos da de beber. La preocupación de Carles Alfaro porque el acto teatral se convierta en algo más que un manifiesto contenidista subyace constantemente. No obstante, esto no se convierte en una sopa de signos desordenada y saturante, al contrario, encaja en la mecánica de un complejo reloj que da la hora de manera serena para uno, solemne para otro y terrorífica, sin duda. El lugar del espacio sonoro en este entramado semiótico es esencial, no solo acompaña a los actores, se integra en la propia interpretación, convergen y se escuchan como dos elementos: música y actores. Todo esto sucede a través de las relaciones de tres personajes: Celso, un padre que se dedica a los negocios; su hija invidente, Lorena; y un hombre al que contratan para leer libros a esta, Ismael, un lector por horas.

He de confesar que me agotan las escenografías de casas. Parece que la vida pasara entre cuatro paredes, en un salón, siempre en un salón. Por supuesto, hay decenas de procedimientos de subvertir esta conclusión que, insisto, es personal. El lector por horas trabaja con una puesta en escena sencilla en su ejecución, pero potente en su concepción: una mesita, dos sillones, una lámpara de pie y un sofá detrás del cual se encuentra una mesa apenas visible. Lo más relevante, tal vez por el trato que se le da, es el piano. Un silencioso piano que corrobora el estatus de la familia. No tanto por su existencia, que también, sino porque en ningún momento sirve de mesa, cama o cualquiera otra funcionalidad que tanto insistimos en darle a los instrumentos. Todo ello impermeable y de una negrura aplastante, incluso para los personajes que pueden ver. No es un hogar cálido, al contrario es oscuro, misterioso y -¿por qué no decirlo?- vil. No nos asomamos a un comedor corriente, recargado de figuritas de porcelana y alfombras de exportación; sino a la aséptica sala de espera de la muerte.

Esa oscuridad ya mencionada circunda la escena, la penetra y la fecunda con verdadera eficacia, cabalga con el texto de la propuesta y las referencias bidimensionales del texto que hablan al mismo tiempo de la que está sucediendo y de los recovecos de los personajes. Recovecos explorados también por las proyecciones utilizadas, en ocasiones de carácter sensitivo y en otras de carácter informativo, exponiendo el título del autor del libro que el lector lee a Lorena. Las sombras y figuras del fondo trazan un cuadro daliniano que perturba tanto como la propia secuencia textual.

No sé si es el corazón, pero desde luego uno de los ejes axiales es la poética del lenguaje. Sería absurdo traer a colación los motivos por los cuales Sinisterra se ha convertido en uno de los clásicos contemporáneos, pero habría que reflexionar acerca de la fortuna de que pueda acudir a sus propias obras. Llamadme loco, pero tengo la profunda convicción de que la sociedad tiene una deuda pendiente con sus dramaturgos, no tanto por su fama, sino por su reconocimiento colectivo, por afecto, por amor. El guion traza un plano temático tan amplio como profundo: desde la biografía de los personajes hasta las diferentes posturas del canon literario hoy. ¿Quién hace el canon? ¿Vinculamos la calidad al reconocimiento editorial y las ventas? ¿Son los escritores mártires subyugados ante los empresarios como lo es Ismael de Celso? En cualquier caso, deseaba con todo mi corazón que se profundizara más en estas cuestiones, así como en los debates literarios que tanto aparecen en la obra. Sin embargo, reconozco que esto se debe más a mi mirada que la recepción de la obra. No se echa realmente en falta.

Recuerdo que cuando estaba estudiando y aún no comprendía los entresijos de esa disciplina que es la Interpretación, al asistir a la técnica y el arte encarnadas en los intérpretes, no podía dejar de preguntar: ¿cómo lo hacen? Ese estudiante volvió a aparecer. El clarísimo desquicio impredecible de los personajes que, paulatinamente, choca con lo que uno espera, los pequeños matices del texto que tocan a la puerta del oído atento, esos gestos tan sumamente orgánicos en un contexto tan mágico y grotesco y, sobre todo, el dominio sobre el ritmo de la escena. Que una obra de dos horas suceda sin la necesidad de mirar el móvil o la muñeca en busca del auxilio del reloj es algo cada vez más inaudito. Pero como he dicho, no es necesario buscar un reloj, porque la verdadera máquina de precisión se encuentra justo delante de nosotros.

Por último, me gustaría agregar que el objeto de la crítica no es la función en sí misma, sino el teatro como un todo y en ese todo se encuentra el espectador. A este le diría que haga un esfuerzo por intentar no desglosar todos y cada uno de los símbolos de la obra cuyo trasfondo se puede comprender (o no) a través de la razón, que deje llevar su cerebro por las imágenes propuestas y se inunde de tinieblas y de sombras. La comprensión de lo que sucede en escena no pasa siempre por el uso de la lógica y más en un texto tan sumamente plagado de intertextos que, admito, un servidor no conocía en su totalidad. ¿Hace peor la función? En absoluto, solo se tratan de diferentes capas de lectura.

FICHA ARTÍSTICA

Autoría: José Sanchis Sinisterra

Dirección: Carles Alfaro

Reparto: Pep Cruz, Pere Ponce y Mar Ulldemolins

Escenografía: Carles Alfaro y Luis Crespo

Iluminación: Carles Alfaro

Vestuario: Nidia Tusal

Sonido: Oscar Villar

Composición musical: Joan Cerveró

Video: Francesc Isern

Caracterización: Núria Llunell

Fotografía y vídeo promocional: Kiku Piñol

Fotografía de equipo: Nani Pujol

Ayudantía de dirección: Iban Beltrán

Agradecimientos: ONCE Catalunya

Coproducción: Sala Beckett / Teatro de la Abadía / Institut Valencià de Cultura

Colabora: Festival de Otoño

El lector por horas, en el Teatro Rialto, València. Viernes 10, sábado 11, domingo 12, jueves 16, viernes 17, sábado 18 y domingo 19 de noviembre de 2023.

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