LA LENGUA EN PEDAZOS, el recogimiento de la inspiración

España, Reseñas

Del teatro espero que me haga ver con ojos nuevos algo que ya había leído o conocido (José Sanchis Sinisterra).

Por Begoña Frutos Fuentes (RESAD) & Enric Piera (Comisión de Artes Escénicas del Consejo de Cultura de Alcoy, Alicante) / 11 de noviembre de 2023, Festival de Otoño. SOTO DEL REAL, Centro de Arte y Turismo

Si decidimos afrontar la experiencia de ver la obra “A Lingua em Pedaços” (La Lengua en Pedazos) de Juan Mayorga en la producción de la Compañía de Teatro de Braga, Portugal, saldremos maravillados. Ya de inicio, nos recibe en el hall del centro el propio director, Ignacio García, para darnos indicaciones y guiarnos por un camino de velas al espacio escénico, al son de una campana. Nos ruega un silencio que acaba siendo reverencial, primero para la escucha durante la obra y también para sustituir a la conclusión con este mismo silencio el aplauso final. Los poco más de 60 espectadores nos sentamos alrededor de la mesa del convento, recibiendo en la penumbra el abrazo de aromas de la cocina del siglo XVI, con pan, queso, nueces, aceite, y limón, mientras la monja Teresa prepara la comida de sus hermanas, mortero en mano y rezando en latín, presintiendo la amenaza de la visita del Inquisidor para castigarla por ser una mujer que se atreve a escribir, pensar y abrir un convento con nuevas reglas, sin duda demasiado atrevimiento para aquellos tiempos oscuros.

Ignacio García recibiendo al público

Todo ello consigue sumergirnos en la experiencia mística de la palabra, en el clima conventual del temor a Dios, en las sensaciones y los aromas, en las leves voces de las monjas tras la reja del convento. La oscuridad, rota por la tenue luz de las velas, deja ver una escenografía con forma de cruz por donde transitan la actriz y el actor, con una larga mesa poblada de pobres utensilios de madera y barro. Sobre la mesa donde comerán las hermanas, hogazas de pan rústico y hortalizas de la huerta aguardan su momento. De forma paralela, intuimos dos altares, uno con una cruz de madera y una especie de celosía, y un segundo, al otro lado, con la imagen de la Virgen María.

El teatro es capaz de trasladarte a lugares que presientes, desconoces y buscas, ver desde allí nuestro tiempo y abrazar la tolerancia de los espectadores en la escucha, mientras Teresa y el Inquisidor dialogan para entender y entenderse, como nosotros mismos lo hacemos para entendernos en nuestro convulso tiempo actual. Tejen la fuerza y la serenidad con la belleza de las razones de ella, esquivando la atracción del poder y el abismo de este mundo que hemos convertido en infierno.

La mujer reformadora y el guardián de la Fe enarbolan la palabra y el silencio para tejer un manto de confesión y dudas, de temor y valor, de convicción y escucha, en un combate de dos inteligencias que danzan en una coreografía de argumentos afilados alrededor de la mesa donde apoyan sus razones. Y nosotros sentimos el roce del pálpito de cada uno, el cómo dialogan entre ellos y consigo mismos, cómo se abren a sus miedos interiores para sacar fortaleza de sus propias dudas. El encuentro entre dos seres tan apasionados de sus ideas los prolonga y confronta abiertamente, se aprecia la importancia del otro en la forma de afrontar la vida: “En la contradicción está la ganancia”, dice Teresa, “hace años esperaba esta hora”. Y todos ganamos con esa interpretación intensa, con ese ritmo que a veces vuela y otras veces acaricia y que nos sumerge en la trama de sus argumentos, nos pide estar activos, con imaginación cómplice, y posicionarnos ante las dos posturas que examinan la propia vida.

Admiramos la esgrima de un dialogo entre intelectos semejantes (“La imaginación es la loca de la casa”), donde las puntadas mantienen quedamente la batalla ideológica y hasta algún reconocimiento puntual entre ambos. Teresa sostiene afirmaciones brutales para aquel entonces que siguen siendo hoy día actuales y necesarias, como la resistencia al poder, la fidelidad a las propias convicciones y la valentía para llevarlas a cabo.

El acento portugués de la actriz Ana Cris asoma por momentos, dándonos paso quizás a una Teresa algo más vacua, quizás menos firme. A lo largo de la obra transita por diferentes lugares: esquiva, subsidiaria y vulnerable en la primera parte y ya tan disponible como desesperada y desestabilizada en la segunda, cuando hace partícipe al Inquisidor de sus visiones, mostrando con firmeza su desafío y la conformidad de aceptar con naturalidad incluso la muerte si así se determinase, pero sin variar un ápice su impulso reformador. Sobrecoge el relato de cómo fue el proceso de su enfermedad, donde la actriz se despoja de la ropa para vivenciar mas la situación. Y también la forma en que Teresa soporta estoicamente el monologo final del Inquisidor, en una especie de  extrema unción de sus ideas antes de la marcha final de aquel, si bien la actriz está un poco “llorada” en estos momentos finales.

No olvidemos por otra parte que Teresa, con toda la información de la que disfrutamos hoy día a todos los niveles (cuánticos, médicos, místicos, consciencias, meditaciones, etc.), sería posiblemente catalogado en nuestro presente de persona “con problemas de salud mental”. Ya en el libro “Historia Personal de Santa Teresa”, de Francisco Alonso Fernández, se aborda la perspectiva psiquiátrica y psicológica de Teresa como una enferma psíquica aquejada de una grave depresión y síntomas histéricos.

Juanma Navas se muestra como un actor consistente y aporta al inquisidor una voz aireada, con muchas sutilezas y punzante. Al hablar Teresa del demonio, el inquisidor se pone especialmente violento e iracundo. Recordemos que estamos en el mes de la violencia de género y aquí vemos  muy claro que estas situaciones ya ocurrían en los tiempos de Teresa.

El director Ignacio García conecta aquí Portugal y España. Muy pocas veces tenemos ocasión de descubrir y disfrutar en nuestro país de las producciones extranjeras de nuestras autoras y autores como aquí, donde Ignacio García construye un puente desde Braga, al norte de Portugal, hasta la cocina del convento abulense de San José. Nos informa antes de entrar de que asistimos a la primera vez que este espectáculo de recogimiento místico y ascético se realiza en un teatro, tras un ciclo de representaciones en iglesias y monasterios. Y nos recuerda así mismo en ese instante previo que, igual que Teresa fue revolucionaria en su época, también el público accederá a algo muy revolucionario hoy día como es el escuchar: “En tiempos de tanto ruido, donde uno enciende la televisión y hay tantos gritos y tantas ofensas, el hecho de hacer el ejercicio de que 60 personas juntas nos instalemos en una posición de escucha, para saborear las palabras hermosísimas que escribió Juan Mayorga inspirado en Santa Teresa, es un acto colectivo que nos honra como sociedad frente a tantas otras cosas tan poco honrosas”. 

Conviene citar los movimientos que se están dando desde hace unos años acercando las artes escénicas y el misticismo, como, por ejemplo, el entrenamiento y la creación en artes vivas a partir de la mística por parte del actor Jesús Barranco, o el Festival  Místicas capitaneado por la directora y docente Ana Contreras, como eje y demostración de que el arte es una manifestación de nuestro ser espiritual, de la propia idea trascendente del ser humano y de la necesidad de llegar a acercarnos y a contemplar lo sagrado. La mística tiene además una gran parte artística, no es tan sólo una manifestación religiosa. Y desde el plano artístico, resulta interesante ya que las prácticas místicas también son corporales, intelectuales, emocionales y espirituales.

En un mundo con más Inquisidores que «Teresas», no se nos desea individuos libres y creativos, sino policías del pensamiento con el fin de controlar. El poder fomenta personas que piensen por sí mismas o revisen reglas y normas injustas. En una sociedad que pierde referentes, Teresa aporta hoy un paradigma de actuación y pensamiento.

Por contra, finalmente suena la campana y toca salir con el silencio inmenso que se nos solicitó. Impregnado por el perfume de la obra, me he despertado a la hora de maitines y he sentido que mi espíritu seguía allí, sentado frente a la mesa de aquella cocina. En aquel momento justo cuando el ultimo espectador abandonaba el lugar, tras degustar todos aquel pan de trigo y la salsa de pesto con queso, nueces, aceite de oliva y limón, ese instante en el que dejé al lado mismo de Teresa la escudilla de barro donde habíamos sido invitados a cenar, mientras ella contenía sus lagrimas al vernos salir y presentir su inmediata soledad y el vaticinio del Inquisidor: “Moriréis sola, Teresa”. Y he seguido abrazando su mirada para decirle en el susurro del silencio que nunca estaría sola, que su espíritu, libros y ejemplo perdurarían por los siglos, trasladando su obra hasta estos tiempos modernos impregnados igualmente en confusión, para ser inspiración en muchas personas y tabla de salvación en las zozobras.

Autor: Juan Mayorga
Dirección: Nacho García
Elenco: Ana Cris (Santa Teresa) y Juanma Navas (El Inquisidor)
Escenografía: José Manuel Castanheira 
Vestuario: Manuela Bronze 
Producción ejecutiva: Santiago Pérez Carrera.

Una producción original del CTB de Portugal

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