EL LECTOR POR HORAS: pervertimiento metateatral

Críticas, España, España

Por María Gray (Universidad Internacional de La Rioja) / 11 de diciembre de 2023

Desde la oscuridad del escenario se escucha un piano, una melodía y una abrupta interrupción. Todavía las luces del patio de butacas de La Sala Juan de la Cruz  del Teatro La Abadía permanecen encendidas, se puede percibir la figura de una mujer que abandona el piano, se detiene frente al público y sale de escena. Mientras desciende la luz, llama la atención el semicírculo de láminas de espejos rotos solapados en el suelo que rodea el espacio escénico en el que se proyectan lucecitas casi imperceptibles que crean el efecto ilusorio de una fina capa de agua que se desliza sobre las placas. Un espejismo que delimita la frontera entre el público y la obra. 

Se hace el oscuro total, procedimiento que el director Carles Alfaro utilizará sistemáticamente para marcar el final de cada escena, y las mismas comenzarán a media luz iluminadas por el mismo Alfaro en un curioso diálogo con las sinestésicas proyecciones de Francesc Isern que crea intraespacios de  carácter psico-artístico, aprovechando al máximo la potencialidad de la sala en un delirante diálogo con el vestuario de Nidia Tusal, jugando con las composiciones musicales de Joan Cerveró, el sonido de Oscar Villar y así mismo con la escenografía a cargo de Luis Crespo y Carles Alfaro que interviene en todo el proceso artístico: una biblioteca de grandes ventanales y techos altos decorada con un juego de dos sillones y un sofá al más puro estilo Chester con capitoné, una mesa baja en el centro, a la espalda del sofá un mueble bar y al lado del sofá el piano. 

Sanchis Sinisterra, fiel a su Manifiesto (latente) del Teatro Fronterizo con premeditación y alevosía se multiplica en tres, creando un diálogo triangular entre la preponderancia de una sociedad cerrada que se resiste a aceptar los nuevos paradigmas sociales que recae sobre el personaje de Celso, un hombre de negocios autoritario con debilidad por el alcohol y antecedentes de maltrato a su mujer que ha recuperado el poder sobre su hija como consecuencia de haber quedado irremediablemente ciega. La viva imagen del patriarca que disfruta de tener el control ya sea de las personas que tiene a su alrededor como de los sucesos o acontecimientos que tienen lugar en su vida cotidiana, interpretado por un grandioso Pep Cruz. 

Por otro lado, la representación de una sociedad marginada, en este caso, por discapacidad, que nos invita abrir los ojos a otras realidades más allá de las normas establecidas socialmente. Es el caso del personaje de Lorena, todavía en estado de Shock por su irreversible perdida visual que tendrá que reorganizar su existencia en medio de su depresión a través de sus sentidos y decide  hacerlo por medio de la literatura, creando dentro de sí, su particular visión de la realidad, interpretada con destreza por Mar Ulldemolins. 

Sinisterra completa el triángulo con el personaje de Ismael, un escritor en estado de sequía creativa, modesto y deferente que necesita de manera inminente el trabajo de lector por horas, interpretado impecablemente por Pere Ponce y que simboliza la sociedad del arte, de la creación estética, de los creadores, que le permite al autor hablar de la otredad y los procesos de creación en el teatro a través del metateatro, principio constructivo de El lector por horas , y que duda cabe, un absoluto manifiesto.  

Empieza la función, Celso de pie y empoderado, expone las circunstancias a la que se somete el lector, en la situación actual de su hija. Lo interroga, le hace varias pruebas  de lectura y lo alecciona sobre el cómo debe ser la lectura. Una escena cargada de ironía que consiste en una especie de microcápsula didáctica de la teoría de  la estética de la recepción en la que Celso ejerce su poder como una especie de agente mutilador del lector y exige transparencia en la lectura, una lectura exenta de cualquier influencia y condicionante, en la que él, elige las obras que van a ser leídas.

En el primer encuentro con Lorena, el lector comprueba que la descripción de la circunstancia que Celso comentó de su hija corresponde perfectamente con ella: depresiva, inestable, exigente. Comienzan las sesiones de lectura. Ella interrumpe la lectura cantando, como si no pudiese soportar lo que escucha o interrumpe tocando el piano, posiblemente impactada por algún tipo de emoción, en otras ocasiones, siempre de forma imperativa ordena ir atrás, seguir, explicar o callar. Este tipo de interrupciones se darán constantemente como un código brechtiano de distanciamiento que no permitirá la identificación del público ni de los personajes con el relato. 

Entre lecturas, Celso va y viene, se hace el interesante hablando de literatura con el lector por horas sobre temas como las similitudes entre Don Quijote y Madame Bovary, de la erótica del simbolismo, de Relato Soñado de Arthur Schnitzler, ¡Absalón, Absalón! de William  Faulkner, de los profesores como una raza triste, de la esencial malignidad en la literatura y su propósito de crear insatisfacción, de  la grieta, de la quimera de la originalidad, de los editores, de los períodos de sequía del creador, del plagio, finalmente y con frecuencia Celso se queda dormido en el sofá vencido por el alcohol. 

Con el paso del tiempo, Lorena se ha ido creando un monólogo interior según los datos que percibe por medio de sus sentidos cargado de crueles suposiciones sobre Ismael, al que finalmente pone voz, cuerpo y emoción impactando con fuerza al espectador real e implícito, inmerso en las sombras y la vida fragmentada de los personajes: estrategia con la que el autor reclama la participación activa de los  espectadores ávidos de información para suplir los vacíos  de la obra y rellenar los espacios en blanco. El autor va profundizando en su “pervertimento”. Lorena e Ismael abandonan sus posiciones iniciales y dentro de sus personajes crean otros personajes. Ismael-sumiso, termina a cuatro patas leyendo, mientras Lorena-ama, lo rejonea con el pie sentada en el reposabrazos del sofá. 

Los personajes dentro de los personajes van ganado autonomía, crece la  pulsión del deseo entre la vida y la muerte de los personajes. Se mezclan las ficciones, los pensamientos, las voces. Ismael se revela ante la familia como escritor tras la máscara de lector por horas y va ganando terreno a Ismael-sumiso, lo que supone una amenaza al poder absoluto de Lorena-ama. Crece la confusión en el patio de butacas, la situación es insostenible. Celso por orden de Lorena-ama despide al lector por horas. Ya no es el Ismael-sumiso ahora es Ismael-escritor, el creador, el otro yo del autor, que ahora descansa a lo largo del Chester Capitoné ¿liberado de sus máscaras? Final abierto.

A pesar de encontrarnos en una propuesta de teatro a la italiana, el director consigue un movimiento escénico circular que rompe con la servidumbre frontal y textual, creando una dinámica visual y actoral que mantiene la atención de los espectadores. Un circuito rodeado  de tinieblas en la que los personajes son artificio, sombras, marionetas de la estructura ficcional, la materia con la que se construye El lector por horas de  José Sanchis Sinisterra. Un artefacto autoconsciente, autorreflexivo e intertextual que reflexiona sobre la relación del texto y el lector-espectador, en el que son estos, los que finalmente dan sentido a la obra según las circunstancias personales en las que cada uno se encuentren en sus vidas. 

Pep Cruz, Pere Ponce y Mar Ulldemolins, consiguen defender con sobresaliente alto, la metateatralidad de la propuesta minuciosamente diseñada desde el texto por Sanchis Sinisterra como una partitura, como es habitual en la escritura y reescritura de sus obras. Desde el principio sobresale el compromiso y el savoir faireactoral, en el que todos a una, se han implicado en el proceso de transformación individual como  transindividual de las voces, de los cuerpos, de las emociones en el espacio-tiempo de la obra, consiguiendo un diálogo  equilibrado y profundo de alta tensión entre la imagen explicita e implícita de los personajes en la que subyace la otredad y una sólida denuncia social contra la sociedad cerrada. Propuesta en la que Carles Alfaro y todo el equipo artístico, cómplices del autor, defendieron con arte. 

Ficha artística Autoría: José Sanchis Sinisterra / Dirección: Carles Alfaro Reparto: Pep Cruz, Pere Ponce y Mar Ulldemolins / Escenografía: Carles Alfaro y Luis Crespo / Iluminación: Carles Alfaro / Vestuario: Nídia Tusal Sonido: Carles Alfaro y Oscar Villar / Composición musical: Joan Cerveró Vídeo: Francesc Isern / Caracterización: Núria Llunell / Fotografía y vídeo promocional: Kiku Piñol / Fotografía de equipo: Nani Pujol / Ayudantía de dirección: Iban Beltrán / Agradecimientos: ONCE Catalunya / Una producción de la Sala Beckett, el Teatro de La Abadía y el Institut Valencià de Cultura Con la colaboración del Festival de Otoño de Madrid.

Fotografías https://www.teatroabadia.com/espectaculo/el-lector-por-horas/#caja-masinfo

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