ELECTRA, una inteligente versión

Críticas, España

Por Javier Ortiz (Gestor y Productor cultural) / 4 de enero de 2024

Debuta Fernanda Orazi  en la dirección con esta Electra  que supone un soplo de aire fresco en la cartelera madrileña. Aunque el texto sigue a Sófocles sólo se le parece, pues tanto en la dramaturgia como en la dirección apunta hacia otros lugares. Hay en esta Electra una intención de jugarla y de jugársela, con apuestas poco evidentes que pueden funcionar o no, pero que se salen de la puesta en escena tradicional, aunque trata de plantear casi todos los elementos del mundo antiguo de una forma contemporánea.

Foto de Luz Soria

En los aciertos, el juego con el público, el uso de la palabra y el juego. Los intérpretes, reducidos a cuatro, alternan personajes y coros, y salen desde el público, desde donde el coro emite siempre, incluyendo al pueblo como en la tragedia original. Los coreutas alternan el consejo amable con el canon, y generan una sensación de multiplicidad, ligereza y claridad que se agradece. La emoción está reservada al propio personaje de Electra, que es constantemente recriminada por sus excesos por el resto de personajes. Al igual que en el teatro de Messiez, y de la épica de Homero, la repetición juega un papel fundamental en el uso del lenguaje y el ritmo que se crea ayuda avanzar la peripecia y crea una atmósfera cercana a lo ritual, sin caer en la ceremonia. Toda la propuesta tiene un aire juguetón, socarrón por momentos, que surge del juego de la sala de ensayos y trata de acercarnos a Sófocles sin tomárselo demasiado en serio, pero desde un enorme rigor en la propuesta, que Carmen Angulo, Javier Ballesteros, Leticia Etala Juan Paños transmiten con gran compromiso y un aire de conversación que nos devuelve el agón clásico con sencillez pero con una modernidad extraordinaria.

Foto de Luz Soria

La pregunta surge alrededor de la dramaturgia. La versión de Orazi elimina personajes tan importantes como Egisto para centrarse en Electra, Orestes, el Ayo, Crisótemis y Clitemnestra, y sobre todo, huye de la solemnidad, y al hacerlo deja fuera algunos elementos de la trama. En la modernidad de la versión lo trascendente tiene un papel muy secundario: los dioses y el destino se sustituyen por el misterio, y eso posibilita el drama, pero no contribuye a la tragedia. Tampoco la ironía con la que se propone el texto, que es más un comentario sobre  Sófocles que una versión propiamente dicha y que busca la empatía con el público y el humor. Ya Steiner se preguntaba si la tragedia era posible hoy en día, después de la muerte de Dios. Después Postman  en “Divertirse hasta morir” Foster Wallace  en “et unum pluribus” nos han planteado cómo el juego y la ironía se han adueñado del espacio del discurso para hacerlo digerible a una sociedad donde no sólo no se reconoce abiertamente la existencia de los dioses, sino que además, es el yo, y no el hombre (o el ser) el que establece la medida de todas las cosas. Quizá ya no haya vuelta atrás, pero esta Electra no es trágica. A ratos, sí, es patética, en el mejor sentido de la palabra, y quizá debamos conformarnos con eso, aunque no nos sobrecoja.

Con Carmen Angulo, Javier Ballesteros, Leticia Etala y Juan Paños / Dirección: Fernanda Orazi / Versión: Fernanda Orazi, a partir de la traducción de José Velasco y García / Iluminación: David Picazo (AAI) / Música original y espacio sonoro: Javier Ntaca / Fotografía y vídeo: Luz Soria / Agradecimientos: Teatro de La Abadía, La imaginaria, Laura Klein/ Producción: Pílades Teatro

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