GUSANO: luces y sombras en el Paraíso

Críticas, España

Por Tiago P. Barrachina (Universitat de València) / 5 de febrero de 2024

De camino al teatro me preguntaba un buen amigo el porqué de realizar una crítica del Taller de Final de Carrera de los alumnos de la Escuela Superior de Arte Dramático de València. Es una duda lógica si tenemos en cuenta que se trata del resultado final de un proceso pedagógico, pero si estas producciones reciben materiales, financiación y recursos humanos como si de una compañía usual se tratara, ¿por qué debiéramos utilizar una vara diferente de medir? Si exigimos a los intérpretes de este tipo de talleres el rigor y la disciplina propias de un profesional, ¿no es tarea del crítico reflexionar, analizar y sacar a la luz, aunque sea de manera subjetiva, las luces y sombras de tales espectáculos?

La obra Gusano abandona el escenario tras cuatro días en la cartelera de la sala Mutant de València. Antes de que el telón se descorra, vemos al protagonista dirigirse hacia una soga y, en el instante anterior a colgarse de ella, se da el oscuro. A partir de ese momento, la trama de la obra gira en torno a la experiencia del muchacho en el Paraíso, donde lo rebautizarán bajo el nombre de Gusano. Sin embargo, este Paraíso no es el que suele encontrarse en el imaginario colectivo. En él se trabaja, se sufre, se puede morir y se deben acatar las normas del Código Único y Bueno. Un código resultante de la pereza de un haragán Dios que, en lugar de ser el ente omnipotente propio de los textos bíblicos, no le encuentra solución a los problemas de su propio cielo. Así, van apareciendo diferentes personajes de la mitología católica: Satán, Samael, María y otros cuyo origen se pierde entre las páginas de La Biblia. Gusano se ve envuelto en mitad de una reyerta derivada del principal conflicto de la pieza: las elecciones a la presidencia del Paraíso, evento por el cual los dos partidos mayoritarios, el paradisíaco y el satánico, tratarán de conseguir el gobierno.

Lo peculiar del texto es que tiene ciertos vasos comunicantes con las estructuras dramatúrgicas y la caracterización de los personajes propios del teatro clásico español. No es que esté escrita en verso, pero una comedia donde se humanizan personajes aparentemente divinos bajo emociones mundanas parece una reinterpretación de un auto sacramental. Lejos de parecerme obsoleto, creo que le aporta un determinado interés ya que, del mismo modo que los apartes trataban de contactar con el público en el Siglo de Oro, en la obra los actores integran al espectador con comentarios y manifestando que nosotros desde la butaca encarnamos también parte de esa masa votante en las elecciones del Paraíso. Este efecto se busca (y encuentra) desde el primer momento que, al entrar a la sala del teatro, podemos observar una pila de papeletas electorales junto a una urna, en la cual podemos ejercer nuestro derecho al voto. 

Semejante premisa, claro está, no se puede representar con un código naturalista. Los intérpretes han construido a los personajes desde lo histriónico, con actitudes llevadas al extremo. Tal grado de fantasía posee una cierto equilibrio colectivo, motivo por el cual entra en el plano de lo verosímil. Se genera una realidad diferente y las voces, cuerpos y expresiones de los habitantes del Paraíso la acompañan. Tarea compleja, pero conseguida, la de hallar un lugar común en una propuesta donde el elenco no transita apenas por lo coral. La unicidad de los personajes brilla, sí, también el vestuario, sobre el que podríamos divagar durante horas. Basta con explicar que no tratan de recrear la imagen bíblica, sino que la diva de turno, la celosa María, porta un ostentoso a la vez que elegante vestido de tul, que la aproxima más a un pase de modelos que a una virgen católica. Esto, que es extrapolable en mayor o menor grado al resto de personajes, colabora para traer la narrativa al mundo actual. Desgraciadamente, no puedo decir lo mismo de todos los aspectos de la propuesta.

La comedia y el ritmo que los intérpretes tan positivamente imprimían en las escenas, quedaba interrumpido por transiciones que hunden el soufle y como espectador se requería un esfuerzo mayor para mantener la atención que iba y venía con los dichosos oscuros. Por otro lado, la función contaba con música en directo, algo que suele enriquecer cualquier obra teatral. No obstante, el papel de los músicos, aunque bien interpretado, quedaba en agua de borrajas, echándose en falta un mayor aprovechamiento de esos instrumentos que tan perfectamente, eso sí, sonaban en sus manos. Esta fusión de carencias generaba que, en ocasiones, el Paraíso se sintiera algo vacío. Tal vez este vacío le dio las fuerzas a los intérpretes para, arremangarse, mirarse a los ojos y, con fuerzas titánicas, levantar la función.

Gusano, en la Sala Mutant, València. Jueves 1, viernes 2, sábado 3 y domingo 4 de febrero de 2024.

FICHA ARTÍSTICA. Texto: Ángel Serrano Laguna / Dirección y dramatrugia: Ángel M. Escutia / Intérpretes: Sigfrid Valer, Ahinsa Theresse, Daniel Vázquez García, María Sanco, Lorena Pérez Moreno, Angie Jaramillo, Sara Milano, Teresa Llado, Iván Luis Morales / Movimiento escénico: Laia Porcar / Asesoramiento vocal: Pepa Zanón / Indumentaria: Ezequiel Adame / Iluminación: Sevi Asensi / Espacio escénico: Amaia Contel / Producción: María José Soler / Caracterización y colaboración en la producción: Inma Pla / Escenografía: Marcos Orbegozo (Trasto Producciones S.L.), África Salvador y Luna Ramírez / Diseño de cartel: Carmen Godoy / Fotografía: Vicente A. Jiménez / Registro de video: Senina Moreno / Community manager: LaVisible

MÚSICA EN DIRECTO: Flautas: María Catena y María Mañez / Piano: Josep Alós / Percusión: Mario Porcar / Violín: Renata Ulumbekova / Violoncelo: Aysha Lee / Dirección: Gema Guiot

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