EL MERCADER DE VENECIA de David Olguín o del dinero como requisito para ser humano

México, Reseñas

Por Arizbell Morel Díaz (Teatro Universidad de México) / 16 Abril 2021

 

Escribir de teatro en estos momentos, con los espacios en una reapertura interminable, es en sí mismo un acto de resistencia y de duelo, ya que implica un constante reconstruir la memoria de un encuentro mediado por múltiples restricciones y plataformas diversas. Sobre el estudio del teatro como una fortaleza, Jorge Dubatti en Filosofía del Teatro III: El teatro de los muertos[1] menciona que el investigar a las artes escénicas siempre implica trabajar con la pérdida, con el cadáver del acontecimiento. Debido a que el teatro cuando nace también muere, el dar cuenta de su existencia conserva una naturaleza de obituario en cualquier ocasión. 

            Dadas las condiciones actuales del planeta, se podría decir que no ha existido período  temporal reciente en el cual la imagen de estudiar al cadáver recobre mayor sentido que el año 2021. La pandemia nos ha enfrentado como humanidad ante el riesgo que existe en un encuentro de cuerpos en un espacio-tiempo compartido. Paralelo a los cubrebocas, caretas y demás filtros, las modalidades del teatro han necesitado adaptarse a la vida ante el COVID-19. De este modo, los formatos de presentación abundan: híbridos, streamings y demás intersticios entre cine, teatro y contenido digital.            

En esta diversidad de modalidades, en un acto de resistencia ante el confinamiento, se encuentra “El Mercader de Venecia”, adaptación y puesta en escena de David Olguín, presentándose en el teatro El Milagro de la Ciudad de México. Después de permanecer esta producción encerrada por meses en el Teatro Helénico, la obra retorna a dialogar con el público sobre humanidad, otredad y claro está, economía.


“¿Y el judío no tiene ojos, manos, cuerpo y si lo ofenden no trataría de vengarse?”

En el famoso monólogo de Shylock, uno de los personajes centrales de esta obra, yace una pregunta sobre qué es aquello que nos otorga humanidad; ¿qué diferencia a la otredad de una comunidad si la naturaleza misma nos iguala como personas? Esta y otras cuestiones sobre las relaciones humanas conforman el entramado dramático de esta magnífica puesta en escena de un clásico shakesperiano en la Ciudad de México 2021.              Estrenada originalmente en 2017, El Mercader de Venecia es una obra teatral orquestada por David Olguín con las actuaciones de Mauricio Davidson, Simona Chirinos, Marisol Castillo, Iván Zambrano Chacón, Elías Toscano, Yenizel Crespo, Emmanuel Varela y Romanni Villicaña. El diseño de vestuario es de Estela Fagoga y el diseño sonoro de Raúl Zambrano.

Fotografía: Blenda.

Como ya se ha mencionado, una de las razones por las que esta escenificación es pertinente se encuentra en el cuestionamiento sobre la naturaleza de las pasiones humanas y su relación con el sistema socioeconómico. Al mundo gris de cuerpos expuestos, encerrado en sí mismo y sujeto al millón de interacciones que de él dependen, se opone al mundo árido y paradisíaco de Belmonte. Universos paralelos planteados por Olguín que, sin embargo, se conectan por quiénes los habitan: las clases altas de la sociedad capitalista.             De una manera fresca, elegante, con una buena dosis de humor esta obra permite reflexionar sobre nuestra conformación social actual desde su origen en el Renacimiento europeo.

Por casi dos horas, el público es cautivado en el mundo ecléctico del Mercader de Venecia en un espacio bastante parecido a la realidad contemporánea.

Así, esta obra teatral comparte con el espectador una ventana al corazón metálico de la economía; corazón que sin embargo es habitado por cuerpos humanos que se apasionan, que se visten y desvisten de gran lujo, que siempre están al borde de la arena de Belmonte. 

            La obra comienza con un hombre (de nombre Antonio) acostumbrado a apostar por un barco, por una ilusión. De este modo, la fortuna a la deriva es una metáfora sobre el confiar en la promesa. En este caso, la promesa causada por amor ya que Antonio se encuentra profundamente enamorado de Basanio, otro cristiano. Debido a este apasionamiento, Antonio se atreve a empeñar su dignidad en la ilusión de los barcos en el mar. Al realizar esto, este mercader demuestra su fe en la performatividad de la palabra, fundamento económico vigente surgido en tiempos de Shakespeare.   

            Tal y como demuestran las múltiples llamadas en escena, los movimientos financieros son promesas que al decirse hacen mundo, mundo del que dependen miles de vidas interconectadas por   las palabras. En contraposición a la naturaleza efímera de la economía cristiana, en escena se encuentran a las perlas y el dinero de Shylock guardadas en una pequeña caja fuerte gris y metálica, eco del espacio escénico que habita. No obstante la naturaleza de su patrimonio, tanto Shylock como Antonio, se enfrentan a la pérdida total de estos bienes. He aquí otra gran lección del Mercader: la constante de la economía es el flujo, el movimiento más allá del individuo.

            Ahora bien, esta puesta en escena transcurre en el centro del sistema capitalista actual: la bolsa de valores, World Trade Center de Nueva York. De este modo, espacialmente el preguntarse sobre las entrañas de la economía ocurre en una metáfora visual de este sistema: la bóveda de banco, la caja fuerte .

            Antes de continuar es necesario mencionar que el diseño de escenografía e iluminación son de Gabriel Pascal. De una manera elegante y mesurada, (inclusive lujosa) en este montaje se retrata el universo de la economía, fluctuante y metálica. Es precisamente gracias a este contraste material (y por tanto medial) entre Belmonte y Venecia; madera contra metal: que el espectador puede diferenciar entre distintos aspectos del entramado social, dos caras de la misma moneda.

             Visualmente el espacio brinda una especie de laberinto que permite construir las relaciones móviles entre economía y posición social gracias a los tránsitos de los personajes ya que el subir, el bajar, el avanzar así como el retroceder implican cambios de status social para éstos. Un ejemplo de ello se encuentra en el viaje que realiza Porcia de Belmonte a Venecia, durante la escena del juicio.          

Sobre este momento en la escenificación quisiera destacar lo siguiente:

Al momento de comenzar el dictamen por la libra de carne, el personaje del Dux se sienta en medio del público invitando de este modo a los espectadores a convertirse en juzgado de cada función. Es gracias a esta convención teatral que la incitación a reflexionar colectivamente resalta la posibilidad de los espectadores de ser partícipes activos del hecho escénico, del aquí y ahora compartido al dejarse convencer por Shylock o por Antonio. Así, el haber adquirido una entrada otorga poder de injerencia en esta puesta en escena. Esta es una manera sutil de ampliar el discurso escénico de Olguín sobre el dinero como aparente confirmador de lo humano en la sociedad contemporánea.

Ahora bien, sobre la dirección de Olguín quisiera citar a Andrey Takovski en “Esculpir el tiempo” sobre el oficio de direccionar un montaje:

“¿Cuál es la esencia del trabajo de un director? Podríamos definirla como esculpir el tiempo”

Tarkovvski, Andrey. (2016). Esculpir el tiempo. Trad. Bustos García, Miguel. UNAM: México. Cuarta edición, p. 72.

Así, en este montaje David Olguín esculpe no solo el tiempo de Shakespeare sino el contemporáneo en una lectura escénica del clásico que permite a los espectadores reflexionar y visualizar el entramado sistema socioeconómico en el que vivimos. 

            Direccionar en este caso es tejer el entramado de relaciones que subyacen al Mercader, la relación homosexual entre Basanio y Antonio, la sumisión y rebeldía de Jessica ante su padre, la libertad condicionada de Porcia así como la justicia por mano propia que pretende ejercer Shylock. Todas ellas pulsiones humanas que se encuentran dentro de las palabras del bardo.             

Del mismo modo en que se explora a la pasión como pulsión, otra temática central al montaje de Olguín es el odio. En el caso de Shylock y Antonio el “odio entre los iguales puede llegar a ser más fuerte que el odio que existe entre aquellos completamente distintos”, citando las  palabras del director sobre la relación entre estos personajes.

De ahí que el conflicto central de la obra ocurra gracias a la intolerancia entre personas parecidas: el “Mercader” y el “judío” son iguales porque ambos poseen una cierta libertad económica así como un poder sobre su entorno que paradójicamente los enfrenta.

Contrapuesto al odio entre sus padres, se encuentran Porcia y Jessica personajes motivados por la libertad de elección. En la mirada ecléctica y cosmopolita de Olguín respecto a la feminidad se puede apreciar el surgimiento de la trayectoria de estos personajes femeninos. En un principio, esta perspectiva se ejemplifica en Porcia, “una mujer que puede elegir” (en palabras del director) gracias a su poder adquisitivo. 

            Continuando en diálogo con Olguín, es precisamente la herencia patriarcal aquello que permite a Porcia ser libre. En este hecho se encuentra una lectura profunda del sistema socioeconómico actual: la libertad de las mujeres está sujeta a la economía y esta economía está sujeta al género masculino en la mayoría de las ocasiones.             En contraparte a Porcia, Jessica, hija del Mercader judío, se encuentra sujeta a las restricciones de su padre y, por lo tanto, no cuenta con agencia sobre sí misma. Ella, por la carencia de fondos, se ha convertido en un bien que puede ser robado por Lorenzo, otro cristiano. De este modo, la hija del judío, la mujer que no se pertenece, necesita de un amante quien sea el portador de su valor y le permita liberarse a través de la locura amorosa.

En “El viaje de la heroína” Maureen Murdock[1] describe la conformación femenina como un viaje hacia el interior del ser humano atravesado por todas las circunstancias que implica una vida. Lo que para una persona significa liberación, para la otra sería un delirio. Así, mientras que Porcia es la hija del padre que desafía a la sociedad gracias a que posee dinero y autoridad sobre sí misma; Jessica comienza un viaje por su autonomía al elegir escapar con Lorenzo, su amante. Al decidir su futuro, ambas recobran agencia sobre sí mismas.

Fotografía: Blenda

No obstante, el cuestionamiento persiste: ¿Es más humana Porcia que Jessica? ¿Podría ser tan astuta como su contraparte si contara con los medios para serlo? Esta y otras preguntas son planteadas en el montaje de Olguín.

            Por último, es necesario destacar el diseño de vestuario de ambos personajes. Mientras que Porcia en el universo de Olguín es inminentemente femenina y sus atuendos demuestran el control que tiene sobre su vida así como la elegancia y la mesura que la caracterizan; Jessica posee atuendos más austeros (y cuando escapa, algo varoniles) que la caracterizan como una mujer en tránsito.

            Faltaría también ahondar en las actuaciones individuales, en el trabajo de personaje realizado por Olguín y Davidson para Shylock, así como en otras cuestiones como el trasvestismo implícito desde Shakespeare, la relación entre Nerissa y Porcia, el sistema de justicia actual, los prejuicios y el miedo que se disfraza de desprecio por el otro, entre muchos otros temas.             

Sin embargo, antes de finalizar este texto quisiera retomar algunas reflexiones de David Olguín sobre el proceso.

Sobre el personaje de Porcia, David Olguín indica que: 

“Porcia es una intelectual de su tiempo, se la pasa leyendo libros, habla varios idiomas […] mujer inteligentísima”

Sobre Jessica y la traición a su padre, Olguín indica que: 

Shakespeare no la condena, le deja el grado de locura amorosa, permite que se apasione por Lorenzo [] Lorenzo y Jessica son los más puros del Mercader.

Amor que sin embargo se haya sujeto a cuestiones socioeconómicas.

¿Por qué escenificar un texto clásico hoy en día?

Bueno, siempre es una oportunidad de encontrar contenidos en el presente, textos extraordinarios. Cuando empezamos la aventura del Mercader de Venecia, en 2017, todavía sin COVID, nos interesaba hablar de dos temas, diría yo, a través del Mercader de Venecia: 

El primero de la economía contemporánea, de la desigualdad, qué podía revelarnos esta obra sobre la rapacidad financiera. Y, creo que, en este momento de enorme crisis económica, pues se nos sigue, lamentablemente siendo vigente la pregunta inicial. Es decir un mercader de Venecia, que hace una equivalencia entre Venecia y Nueva York, un centro financieroo el más importante centro financiero contemporáneo y que en ese momento en el Renacimiento barroco lo fue Venecia. [] el centro de ese naciente capitalismo.[]

Y entonces, partiendo de esa primera hipótesis, se definíel acercar no en términos del texto en sí, sino mucho más de la puesta en escena, a nuestra contemporaneidad. 

Es decir, un Mercader con un vestuario contemporáneo, donde la acción ocurría en una bóveda de banco, con muy pocos elementos entre ellos, una caja fuerte, una caja de seguridad privada, una caja de seguridad antigua al fondo del escenario con puertas que suben y bajan y todo visto digamos como metal ¿no?

 Acero. 

Shakespeare lo plantea así: menosprecio de ciudad, menosprecio de Venecia, alabanza del pequeño paraíso que representa Belmonte dentro de esta obra. Belmonte es un lugar dónde pueden ocurrir casi cuentos de hadas, enamoramientos con pruebas de amor diseñadas por un padre muerto para darle libertad a su hija, la inteligentísima Porcia, es una maravilla de personaje, mujer totalmente contemporánea que escribió Shakespeare.

Y en ese sentido explorar, ese mundo del dinero, el mundo de la famosa libra de carne de Shylock pero donde superáramos finalmente esa lectura prejuiciada que se puede hacer del Mercader como una obra donde se denuestan a los judíos. Los cristianos son iguales o peores que los judíos finalmente. O que el judío que antepone la codicia al ser de las personas. Y entonces ese fue un primer horizonte de la pregunta que nos hicimos para la puesta en escena del Mercader en 2017.[1]

Definitivamente se trata de una obra que plantea diversas reflexiones, entre ellas ¿puede una relación no ser económica? ¿Existe un límite de lo que puede considerarse mercancía? ¿La justicia es benigna? Preguntas que invitan a presenciar este espléndido montaje una y otra vez para continuar dialogando. 

El Mercader de Venecia, adaptación y dirección de David Olguín se presenta en formato híbrido (presencial y streaming) de miércoles a domingo en el Teatro El Milagro del 25 de abril al 30 de mayo de 2021. De miércoles a viernes a las 20:00 horas, sábados a las 19:00 horas y domingo 18:00 horas. Los boletos se pueden adquirir en Boletópolis o directamente en la taquilla del teatro. 


[1] Entrevista realizada a David Olguín el 9 de abril de 2021, vía Zoom. 

[1] Murdock, Maureen. (2020). The Heroine´s Journey: Woman´s Quest For Wholeness. Shambala Publications: Estados Unidos. 

[1] Dubatti, Jorge. (2014). Filosofía del Teatro II: El teatro de los muertos. Atuel:Argentina. 

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