NO HAPPY O LA TRAGEDIA DEL DESEO: apuestas de altos riesgos.

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Por Tiago P. Barrachina (Universitat de València) / 29 de noviembre de 2023

¿Sabrías decirme cuánto estarías dispuesto a cambiar de ti mismo para enamorar a otro? Los personajes de No happy no lo tienen tan claro, se han visto rodeados y envueltos en el sacrificio de una manera tan demencial que una colina de desechos ha comenzado a tragarse a la pobre Winnie, mientras que Willie, el que parece su marido, parece impertérrito. Esta montaña de plásticos es todo lo que compone la escena. Pareciera simple de no ser porque traza ondas, curvas y sombras en el espacio de tal forma que en ocasiones se encuentra por encima de los personajes, fagocitándolos. Para cuando Willie quiere prestar atención a su mujer, de ella solo queda la cabeza, un rostro que le grita con dureza desde lo alto. Pero eso es solamente el final, el verdadero interés de la propuesta no reside en la resolución del conflicto planteado, sino en cómo el espectador encaja las piezas del puzle conforme el minutero avanza.

En No happy existen dos grandes bloques, dos grandes miembros conectados por esas articulaciones y esos vasos sanguíneos que son determinados signos. Al comienzo de la función podemos observar a Winnie, un hombre elegantemente travestido pero que, en el código paródico propio del mundo drag, pareciera la esposa perfecta del sueño americano. Se pinta los labios, se coloca un broche, se mira en el espejo, se cepilla los dientes y estira ese momento de falsa felicidad tanto como pueda. Busca y rebusca en su bolso esperando que no se agoten los objetos hasta que, de repente, saca una pequeña pistolita que siempre aparece, siempre acaba por ascender. De cuando en cuando se dirige a Willie, le impreca, le solicita. Él solo abre la boca para leer del periódico anuncios que ofertan trabajo para jóvenes, aparentes «oportunidades». Hasta tal punto se extiende el vago y absurdo discurso de Winnie que genera una enorme incomodidad en el público, un aire frío que va desde la escena hasta la platea y que vuelve de nuevo al escenario en forma de preguntas: «¿hacia dónde se dirige la obra? ¿Cuál es el discurso que hay de fondo? ¿Quiénes son estas dos personas?». Cantidad arrolladora de interrogantes que parece que van ser respondidos cuando la escena se ve interrumpida por rápidos episodios pertenecientes al plano de la fantasía y que, de alguna manera, anticipan la segunda parte la pieza, donde los intérpretes se pasan al código de la danza. 

Movimientos frenéticos para desnudar al otro, desplazamientos estilizados que recuerdan a acciones relacionadas con la belleza y que conectan con ese pintalabios, ese cepillo de dientes y esa pistola; el cansancio, el sudor, la lucha por agradar y reformar el cuerpo del otro hasta el punto de transformar nuestra propia expresión de género toman presencia en los personajes que se han convertido en dos muñecos, dos bailarinas de una cajita de música que tratan de llevar el paso de La viuda alegre, misma cajita y canción que apareció ya en la primera parte.

Así, aquel aire frío se convierte en una brisa cálida, devuelta, sí, pero ya en los aplausos. Tal vez sea ese desconcierto inicial lo que hace que la danza te deje tan absorto. Es importante señalar que este juego de caos y orden resultaría en desastre de no ser por el trabajo tan preciso de los intérpretes: desde la minuciosidad en el gesto de Winnie en esa primera parte, aún trabajando solo con la mitad superior del torso, ya que se encuentra medio enterrada por los plásticos; hasta la limpieza con la que se dibuja en el espacio a través de movimientos repetitivos. La técnica tiene el valor de desaparecer cuando se la domina y rema hacia la consecución del espectáculo. Esa técnica está, subyace, se respira el trabajo que ha habido durante el proceso de montaje, pero no a través de un preciosismo insulso, sino en el camino limpio mediante el cual la audiencia ata los cabos propuestos. Independientemente del nivel de improvisación en esa segunda parte danzada, es evidente el alto riesgo en la escena. David Torres ha apostado todo su dinero a un número en esta adaptación de Días felices  el diecisiete, por decir alguno , y el croupier ha cantado: «diecisiete, negro, impar y falta». Solo resta retirar las fichas de la mesa y recoger los aplausos del público.

No happy o la tragedia del deseo en la Sala Matilde Salvador, València. 29 y 30 de noviembre de 2023.

Ficha técnica. Creación y dirección: David Torres / Adaptada del texto: Días felices de Samuel Beckett / Intérpretes: David Torres y Marta Sofía Gallego / Composición musical: Laurent Peyrat / Diseño de iluminación: Iván Arbildua / Escenografía: Lidia Meneghini / Vestuario: Cristina Pérez / Maquillaje y caracterización: Nacho Sanz

One thought on “NO HAPPY O LA TRAGEDIA DEL DESEO: apuestas de altos riesgos.

  • Una critica que define a la perfección esta Obra y a sus actores.
    La obra es muy buena y bien Interpretada.

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