EL CASTILLO DE LINDABRIDIS de Nao d’amores

Críticas, España, Reseñas

Por Begoña Frutos (RESAD) / 7 de febrero de 2024

La compañía segoviana Nao d’amores, con Ana Zamora a la cabeza, es la encargada de coproducir junto a la Compañía Nacional de Teatro Clásico esta pieza poco visitada de Calderón de la Barca.

Foto de Sergio Parra

Sorprende que hoy, en pleno siglo XXI, Nao d ́amores continúe con su trayectoria de especialización en obras no convencionales del preclásico iniciada en 2001, promoviendo el desarrollo de nuevos lenguajes para hacernos llegar esta pieza clásica con Calderón como aglutinador de tiempos y voluntades y añadiendo un nivel temporal más a este Castillo de Lindabridis: nuestra contemporaneidad. 

Foto de Sergio Parra

El ejercicio de convivencia monástica realizado durante meses por la compañía y sus propios procesos han dado lugar a este espectáculo, que lleva el sello de una directora dotada de un carisma propio para entender y contar el teatro desde la fraternidad. Nao d’amores nos introduce directamente a la comunión con el espectador a través de un espacio de complicidad compartido en el escenario con los actores, ya que se invita al publico a sentarse a ambos lados del proscenio. Desde las gradas contiguas vemos a los actores trabajar y les oímos respirar entre bastidores en un tablero de juego y salón de baile que es la escenografía misma.

En el castillo volador de Lindabridis, liderado por el dinamismo de tres músicos y  la frescura de cinco actores, podemos llegar a ver danzar la escenografía, los objetos y la iluminación dentro de una labor de ensamblaje donde todo parece una maquinaria de relojería bien cuidada. Y aunque la primera parte de esta charla gozosa con Calderón adolece de un cierto ritmo lento para el festín de palabras e imaginación que se intuía, las actrices Paula Iwasaki e Inés Gonzalez supieron desprender en sus monólogos el pulso y armonía del verso, al tiempo que acercaban a nuestros oídos la adaptación de las descripciones calderonianas con la fuerza de sus voces.

En la adecuación del  texto original, difícil y lleno de cultismos, se hace hincapié en la sustitución de versos por acciones que clarifican con un gesto o una mirada el entendimiento para el espectador, así como la manera de hilar los versos para que las estrofas cerradas queden transformadas para un mayor valor auditivo. 

La narrativa del vestuario y la plástica liderada por Deborah Macias y Cecilia Molano impregna la dinámica estética del montaje, donde lo barroco popular, el color, los trajes y el mundo de las armaduras, sumado el aura renacentista mismo (siempre presente), enlazaban perfectamente con los oficiantes vestidos a modo de folklore sardo para compartir la ceremonia teatral. El mundo escenográfico sostiene un juego muy variado que, junto con el vestuario, conecta lo caballeresco con Los Doce pares o Paladines de la tradición francesa. El castillo era a veces un barco en un océano que reconvertido en gradas con pequeños trucos milimétricos volvía a ser un trozo de madera lleno de versos. El attrezzo cobra la importancia de un personaje más, ya que los actores, a través de sus guantes y cascos, nos transportan al mundo de las marionetas y de la antigua tradición del popular teatro siciliano.  

Una vez más, el iluminador Miguel Ángel Camacho hace filosofía con la luz y posibilita que todo el código de creación estética para actores y músicos tome relevancia con su diseño de luces mientras se desplazan dentro de la función. La utilización del claroscuro en un personaje que brilla en la oscuridad por las palabras que expresa o la transformación de otro rol como el fauno en un verdel (Miguel Ángel Amor), que pasa a otro estado de consciencia y de vida a través de la luz, es patente a lo largo de la obra.

Los versos de Calderón van encajados en las músicas de instrumentos históricos, coordinados bajo la dirección musical de María Alejandra Saturno, rescatando las melodías y los paisajes sonoros que el propio autor especifica en la obra, tales como clarines, cajas, estruendos, voces o coros. Batallas de órganos y jácaras acompañan a los actores en sus monólogos, adaptando la música al servicio de la acción escénica en la segunda y tercera jornadas, mientras que las coreografías de gallardas y ruggieros constituyen uno de los pilares de este montaje, al resultar ideales para la nocturnidad y comicidad de estas escenas. 

Ana Zamora y su ejército nos hace viajar en el tiempo, ofreciéndonos con este Lindabridis una joya de teatro de artesanía y maquinaria milimétrica donde todo va encajado y cada pieza opera al servicio de una idea. Y aunque no todo es matemático y hay determinados aspectos que tienen que ver con la intención, la acción y la intuición, el universo de Nao d’amores siempre delata una concepción ética de la vida donde el juego es algo muy serio. O al revés.

Y este juego sirve para recordarnos que las princesas, junto a sus tonalidades de heroísmo, como en cualquier guerra comenzada por la virilidad como forma de matar, también tienen cabida para batirse, no con capas y espadas, sino con su propia valentía para defender sus legítimos derechos de personas, con su valía particular para obtener lo que les corresponde, aunque los personajes femeninos acaben declarando finalmente que no están de acuerdo con quedar casadas y acomodadas. 

La obra solo exige un cierto esfuerzo intelectual para que, poco a poco, el espectador vaya armando el relato en su profundidad y disfrute del elogio de otro tiempo traído desde la belleza sencilla, cuidada y artesanal de Nao d’amores.

Foto de Begoña Frutos

El castillo de Lindabridis. Teatro de la Comedia de Madrid del 25 de enero al 10 de marzo de 2024.

Versión y dirección: Ana Zamora / Intérpretes: Miguel Ángel Amor, Mikel Arostegui, Alfonso Barreno, Alba Fresno, Inés González, Paula Iwasaki, Alejandro Pau, Isabel Zamora / Asesor de verso: Vicente Fuentes / Fuentes de la Voz / Arreglos y dirección musical: Miguel Ángel López / María Alejandra Saturno / Vestuario: Deborah Macías (AAPEE) / Escenografía
David Faraco / Cecilia Molano / Asesor de movimiento: Fabio Mangolini / Asesor de danza barroca: Jaime Puente / Asesor de armas: José Luis Massó (AAPEE) / Ayte. de dirección: Álvaro Nogales / Ayte. de escenografía: Almudena Bautista / Ayte. de  vestuario: Victoria Carro / Iluminación: Miguel Ángel Camacho / Coreografía: Javier García Ávila / Trabajo de objetos: David Faraco / Pintura escenográfica: Nuria Obispo / Realización de vestuario: Maribel Rodríguez y Ángeles Marín / Realización de utilería: Miguel Ángel Infante y Paco Cuero / Coproducción: Compañía Nacional de Teatro Clásico y Nao d’amores

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