PRELUDIO: cuando el Estado se convierte en espada
Por Tiago P. Barrachina (Universitat de València) / 21 de abril de 2024
Comienza la temporada de residencias de Artea Espai y con ellas podremos asistir a las tres propuestas en las que la sala ha depositado su confianza. Además de la financiación propia que acompaña a estos tipos
de colaboraciones, la residencia también ha consistido en tres meses de ensayo en sala que se materializarán en Tres moments de la cia. Fugint de l’Escalímpal, Querido Max: de la cia. Orfe Teatre y la obra que hoy nos ocupa, Preludio, de cia. Sincrónicos. No hay que olvidar que una residencia supone un espacio de experimentación, de prueba y error en definitiva. De este modo los creadores y creadoras teatrales pueden lanzarse al abismo de la creación sin la presión que suponen los tiempos acelerados de
una producción comercial. Se tratan de pequeños mecanismos que alejan la cadena teatral de la bestia consumista.
Preludio es un monólogo escrito y dirigido por Sergio Reverón donde un reo condenado a muerte reconstruye la historia que le ha llevado hasta el instante anterior a sentarse en la silla eléctrica. Como no podía ser de otra manera, se le concede un deseo antes de morir y él tan solo ha solicitado dos cosas: regar un geranio y decir unas palabras a las personas que han acudido a ver su ejecución. Pero lo cierto es que la biografía del reo, aunque sí forma parte estructural de la pieza, no se encuentra tanto en el primer plano del texto dramático. Son las reflexiones acerca de la humanidad y las asociaciones poéticas lo que llama más la atención. No podría ser de otro modo, pues en el momento en que la polémica pisa las tablas no se
puede obviar la opinión de la audiencia. Todos y cada uno de los espectadores que observan tendrán una opinión acerca de la pena de muerte, lógicamente. ¿Podría ser que el protagonista, entonces, no sea
culpable de su delito de modo que la empatía sea más factible? En absoluto, pues incluso la propia sinopsis nos anuncia que es culpable. Así pues, se trata de un asesino. La pregunta es, ¿es la pena de muerte la respuesta adecuada a los crímenes que se plantean? ¿Podemos justificar que el Estado aplique la silla eléctrica en según qué casos? ¿Existe la redención, el perdón y la reinserción social o son pamplinas de Disney?
Aunque no convirtamos este espacio es un foro de debate las preguntas se encuentran presentes durante toda la pieza. Dada la sencillez del espacio, apenas compuesto por un par de sillas y una pequeña mesa con un geranio, es la iluminación de Carles Sanchis la que nos ayuda a comprender los saltos temporales y espaciales. Se trata de un efecto limpio y efectivo que, sumado a la interpretación del actor, hace que la estructura de la obra sea fácil de seguir, bucles y reminiscencias del pasado incluidos. En fin, existe un orden dentro de la fragmentación que se plantea.
Desde del minuto cero de la pieza uno sabe a lo que acude, y es que la obra no propone una experiencia violenta para el espectador, sino que busca, o al menos así lo creo, que el público dude. Tal vez es por ello que conforme avanza la pieza te interesa más la propuesta, porque el inicio abrupto o in media res genera un espacio de dudas que, durante la primera mitad, implica cierta confusión. Confusión que disipa conforme el minutero avanza en pos de aumentar paulatinamente el interés. Aunque es cierto que siento que podría apelar más a los sentidos, introduciendo una mayor profundidad en signos como el espacio sonoro. Con todo, la construcción del texto nos lleva a sentir cierta compasión por el preso y, a partir de esa conexión emocional, repensar el sistema penal.
Reconozco que, en lo personal y en la época en la que vivimos, es complicado sostener un monólogo escénico durante algo más de una hora, pero del mismo modo afirmo que no podemos hacer depender al arte de los tiempos de la sociedad contemporánea o habremos perdido la batalla. ¿Cuál? No lo sé con exactitud, pero sé que habremos perdido. El escenario no se puede convertir en un reel de Instagram o un video tiktok, le pese a quien le pese.
Es cierto, hay valor. No es de cobardes el hacer una obra que reflexione acerca de la identidad del ciudadano y con un tema tan sumamente controversial como lo es lo carcelario. El asesino, pese a sus
crímenes, sigue siendo un humano y nosotros, el público, seremos presentes de su ejecución. La dicotomía se sitúa en el umbral de la celda: ¿debe el estado reconocer los derechos del reo o alienarlo por
segar una vida?
Preludio, en Artea Espai, València, del 19 al 21 de abril de 2024.
Ficha artística.
Idea y texto: Sergio Reverón // Interpretación: Sergio Reverón // Asesoramiento de movimiento: Carles
Sanchis // Iluminación: Carles Sanchis // Vestuario: Laura Barrasa // Diseño gráfico: Laura Barrasa //
Agradecimientos: Artea Espai