Los AULLIDOS de Cris Puertas

España, Reseñas

Por Marcos García Barrero (University of Connecticut) / 22 Abril 2021

Cris Puertas presenta, junto al pianista Jacobo de Miguel, Aullido, el primer montaje de su recién creada compañía Teatro a las puertas. Su trabajo se centra en la escenificación del poemario de Allen Ginsberg Aullido(1956), uno de los textos clave de la poesía beat. La actriz y productora dirige también esta obra, que se estrenó en el teatro Palacio Valdés de Avilés el 14 de abril de 2021, dentro del ciclo Hecho en Asturias.

La puesta en escena es limpia y sugerente. Su perfil es eminentemente geométrico, pues a la izquierda del espectador se sitúa el piano y a la derecha una mesa de trabajo, coronada por una máquina de escribir Underwoodde los años 40, que evoca a la perfección la imaginería de la composición poética que pudo llevar a acabo el poeta estadounidense de origen judío.

Puertas se aleja de la idea del recital convencional, que podría ser lo primero que le vendría a la cabeza a un espectador que fuese a ver este espectáculo. Ella no solo ha memorizado el texto, sino que además ofrece una interpretación detallada de cada una de las partes de Aullido, un texto que fue concebido como un “poema-performance” por su autor.

El diseño de la iluminación crea una serie de atmósferas que van desde las calles de una metrópolis occidental hasta los recovecos de un bar de carretera. Son tan diversas como los afinados aullidos de la actriz, que se sirve del piano que la acompaña durante toda la representación.

Los guiños a la cultura cinematográfica son constantes, pues tanto la forma de moverse de la actriz como su vestuario -zapatos de tacón y vestido negro- evocan la figura de cualquiera de las divas de la época dorada del cine de Hollywood: Lauren Bacall, Bette Davis o las protagonistas de la serie Mad Men, de HBO.

Este alter ego femenino de Ginsberg se apoya en la clave emocional que el texto -plagado de referencias al malditismo, el sexo, la libertad y la locura- ofrece. Puertas se apropia del poeta, no para homenajearle, sino para reencarnarse en él. Se adueña de su personalidad y logra transmitir el eco del poema original, lo que constituye uno de los grandes aciertos del montaje. 

La desesperación, la inestabilidad y la lucidez del personaje distancian a la actriz del cliché de la femme fatalesegura de sí misma, y de esta forma hasta el whisky que bebe en escena cobra sentido poético, ya que la interpretación de Puertas es un equilibrio entre la entrega apasionada y el minucioso compromiso con un texto que conoce al dedillo.

La sincronía con la que trabajan la actriz y el pianista resalta la labor de este último. Jacobo de Miguel domina el jazz, la improvisación y las claves de la música contemporánea. “Aúlla”, también, sin perder la afinación, y sirve de apoyo musical y emocional al discurso del poemario. La actriz parece que dialoga con el pianista para buscar unas veces el consuelo, otras la protección o, simplemente, la camaradería.

Ambos se las arreglan para que las teclas de sus respectivas máquinas de escribir -pues el pianista dispone también de una junto al piano- evoquen las noches de insomnio de Allen Ginsberg, su melopeya outsider y su rítmica desenfrenada; una poesía que sueña despierta, crea paisajes de ensoñación y delirio que, por momentos, se alía con el Lorca más neoyorquino o con el Artaud de los sanatorios mentales.La actriz y el pianista seducen y evocan, cantan y aúllan, gimen y se deslizan por el tobogán de un texto que vibra con toda lógica en las cuerdas vocales de Cris Puertas; una actriz que lleva ya muchos años en el panorama asturiano y que inaugura con este retrato onírico de la poesía de Ginsberg un lugar fresco, atractivo y provocador dentro del teatro astur.

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