MATA BAJA: biofilia en escena

Críticas, España

Por Tiago P. Barrachina (Universitat de València) / 29 de febrero de 2024

Qué complicado es poner etiquetas a las producciones teatrales de hoy. Supongo que se deben a la carencia de estudios teóricos en un mundo donde la hibridación entre diferentes disciplinas resulta cada vez más evidente: desde la sociología, pasando por la estadística y la biología hasta llegar a la danza y la fotografía. Si este procedimiento se hace bien, la pieza resultante posee riqueza en los recursos y profundidad en el discurso. Por el contrario, la carencia de honestidad implica que los endebles pilares de una dramaturgia precaria se deshagan y agoten por sí mismos. Por supuesto, no se le puede demandar calidad a un creador escénico que no posee recursos, ni tiempo, ni apoyo. Es aquí donde entran las residencias de creación, que permiten dedicarle tiempo a las artes escénicas; tiempo y mimo. Mata baja proviene de una de estas residencias de creación, en este caso de la Carme Teatre.

Con una fuerte presencia de la danza, Ángela Verdugo, reflexiona acerca del determinismo social a través del concepto de las malas hierbas, de esa mata baja que apenas demanda luz, agua (poca) y tierra. Pero estas plantas son difíciles de arrancar, resisten y sujetan el suelo sobre el que hemos construido el mundo en el que vivimos. Con ello, se revaloriza esa mala hierba que señala a la clase más baja. Un cuerpo de personas que, como el de la actriz, se rompe y se trata de recomponer constantemente. No obstante, recordemos que la mata baja es la que arde primero en caso de incendio. Pues bien, la pieza consigue que el espectador conecte, sorprendentemente, con ese elemento vegetal, mediante imágenes que trabajan con la plástica de lo natural, lo herbáceo y lo rural.

La bio-filia podría servir para explicar esta conexión, pues tiene que ver con la relación de los humanos con los seres vivos y aquello que hace que un espacio vacío pase a rebosar vida. Esto sucede al introducir elementos naturales en escena con el uso de arbustos. Es gracias a ellos que las imágenes van apareciendo y, a través de ellas, el espectador se deja inundar por la dimensión pictórica que se propone. Destaca también el espacio sonoro, que dirige el tempo-ritmo y la tensión en el espectador. Ello se consigue gracias a la utilización de diferentes bases que pasan de la música más intensa, al vacío sonoro del silencio, cambios bruscos que producen sensaciones extrañas: he ahí el acierto. Las proyecciones constituyen también un elemento fundamental, pues se suman el universo plástico de la pieza y permiten que el discurso de clases no cale solo en lo racional, sino también en lo subjetivo, en el inconsciente por las asociaciones que se plantean donde, en especial, destacaría el uso del agua.

Agua que corre,
limpia.
Riada de pueblo.
Agua estancada,
negra.
Desagüe.

Me sucede muchas veces, cuando voy a ver propuestas de un corte poético-asociativo, que mi atención se estimula por el uso de una técnica adecuada. Sin embargo, Mata baja apela en cierto modo a lo emocional y eso suma y añade una dimensión mayor. Algunas personas dirán que esa apelación se relaciona con el discurso y puede que así sea, pero tengo la férrea convicción de que el resto de signos que aparecen, por su tratamiento, nos conducen hasta el éxtasis del final de la pieza. No se trata de que el texto se equivoque. No sería justa tal afirmación en tanto que la relación del texto grabado y emitido con el cuerpo escénico implica una consciencia del espectador que lo traslada a otra posición más allá de la mera observación. Más bien, nos permite comprender las motivaciones de la artista.

Esta es la última pieza de una trilogía, cuyas antecesoras son A-normal (2017) y SC_Santa Cultura (2019) y, a no ser que se transforme en una tetralogía, no hay producciones en el horizonte. Con lo cual, hoy nos queda Mata baja, un espacio de comunión para estar y contemplar. Un espacio, sí, porque a lo mejor es justo eso lo que nos falta a la mata baja: un espacio.

Mata baja en la Carme Teatre, València. Del jueves 29 de febrero hasta el domingo 10 de marzo.

Ficha artística. Dirección y coreografía: Ángela Verdugo / Producción: Ana Henar Lorenzo / Coescritura: Ángela Verdugo y Xavier Puchades / Intérpretes: Ángela Verdugo, Carlos Molina, Sebastián López y Joan Martínez / Dramaturgia: Xavier Puchades / Acompañamiento coreográfico: Rocío Pérez / Iluminación y escenografía: Lumierescene_Tinglaos visuales (Carlos Molina) / Música: Joan Martínez, Avelina Saavedra, Quieteria Muñoz y Pierre Bastien / Espacio sonoro: MEI / Audiovisuales: Space Circles (Sebastián López) / Vestuario: Áurea Morán / Diseño: Daniel Requeni / Fotografía: Sergio Serrano / Video: Sergio Serrano y Marcos Sproston / Comunicación: Vanessa Martínez Montesinos / Distribución: L’estiba Cultural (Lola Domingo) / Colaboraciones y agradecimiento: Gala Bonet y Weronica Cieslak

Deja una respuesta