VANIA X VANIA: Remón 2- Chéjov 0

Críticas, España

Por Javier Ortiz (Gestor y Productor cultural) / 21 de marzo de 2024 

Vaya por delante que no comparto el entusiasmo por el Remón adaptador porque me parece que se pone por encima de los autores que adapta (ahora se dice intervenir) para mostrarnos su habilidad y su ingenio (que lo tiene, pero al lado de Lorca o de Chéjov pues mejor me ahorro la comparación). Esto, que antes sucedía con los directores, está convirtiéndose en una peligrosa moneda común en la dramaturgia, que es especialmente grave si, como es el caso, no se reconoce en la ficha artística la deuda con el original. Además, en el caso de Vania x Vania, tampoco entiendo la propuesta (ahora se llama dispositivo) de ofrecer dos parodias seguidas de un texto original con los mismos actores. Si tienes un elenco como el de estos montajes, tu principal problema va a ser qué dejas fuera, porque puedes tener por seguro que te van a ofrecer miles de posibilidades excelentes. Remón, al entender de este analista, se equivoca hasta en la combinatoria.

Pero empecemos por lo bueno, que lo hay: la segunda parte, el Vania versión 2, es una parodia descacharrante de la obra original de Chéjov. Podría ser un cuento alargado de Cómo acabar definitivamente con la cultura, de Woody Allen o un especial de la serie El Pueblo donde por arte de magia un portal estableciera una conexión entre la Rusia de finales del XIX y un pueblo de Castilla. Elijan ustedes el referente que mejor les cuadre. Empieza la función y es como si al lado de los decorados de Doctor Zhivago en Candilichera (Soria), se erigiera una casa típica castellana. Los dos mundos se relacionan a través de lo que los traductores llaman oralidad fingida (Castilla), frente a la oralidad libresca (Rusia), generando equívocos que son especialmente divertidos cuando los dos espacios confluyen. En el texto hay mucho de los sketches de las primeras obras de Sanzol pasado por el Aiguantuliveinamerica, Rusia en este caso, de Goyo Jiménez. Remón ofrece ingenio y diversión en esta parodia desvergonzada que disfrutarán especialmente los estudiantes de Arte Dramático que a los 20 años se han tenido que enfrentar a estos textos sin la experiencia de vida necesaria para servirlos. El elenco se entrega al juego sin prejuicios y el público disfruta de este despelleje de la obra de Chéjov de la que no se respeta más que la estructura episódica. En una sociedad que valora un meme o un zasca por encima de cualquier buen argumento, es normal que se celebren estos productos, especialmente si están tan bien construidos como este y tienen un elenco tan capaz. Pero si los encumbramos les hacemos un flaco favor, porque no dejan de ser un divertimento que pasa rápidamente al olvido. Estos juegos son tan antiguos como el hombre y sus autores, que carecen del genio de sus referentes, destrozan el original (ahora se dice deconstruir) en un intento infructuoso de tomar prestada su grandeza. No sirve. Todo el mundo ha oído hablar de Lope o Zorrilla, pero de los autores de El Hamete de Toledo o de la infinidad de parodias del Tenorio no se acuerda nadie. Por algo será.

Hasta aquí todo bien, pero es que antes de ver el Vania versión 2, nos hemos tenido que enfrentar al Vania versión 1, con los mismos actores con el mismo nivel de entrega, y con la misma duración: 110 minutos. Contiene este Vania versión 1 un juego plástico digno de destacar en la disposición escenográfica de Mónica Boromello, en el vestuario de Ana López y en el uso de la luz de David Picazo, pero es como si al salir de una película, lo mejor que puedes decir de ella es que la fotografía es genial o la música increíble. Cualquier interlocutor medio entenderá que el resto no vale nada. En el programa, este Vania versión 1 se anuncia como “Un Chéjov desnudo, esencial. Un acercamiento minimalista al texto y a la interpretación”, pero sólo es otra parodia, menos descarada, y con otros colores. Chéjov ni está ni se le espera. Es una broma pretenciosa que quiere ser un homenaje a Vania en la calle 42 de Louis Malle y se queda en 13 Rue del Percebe. Ya decía Aristóteles en su Poética que, en la parodia, los personajes se representan por debajo de cómo serían en realidad. Pues bien, Remón opta por hacer lo mismo respecto al original y desprovee a los personajes de toda la humanidad y de la grandeza que tienen para Chéjov. La amalgama de personajes que encarna Manuela Paso tiene que cubrir tanto campo que se queda en tierra de nadie, y produce un terremoto en la dramaturgia donde nadie defiende a Serebryakov, que así, por falta de contraste, queda indefenso y pasa a ser tan desagradable como le dibujan Vania y la interpretación de Juan Codina. La religiosidad del original aquí se mete con calzador. Astrov no es un soñador. Hay en él algo de postureo que lo empequeñece, aunque se agradece ver a Israel Elejalde manejarse en un registro cómico en el que no suele prodigarse. Vanya es un quejica caprichoso, y no un hombre que se da cuenta de que se ha equivocado al elegir su camino en la vida cuando ya no tiene tiempo para cambiar el rumbo. Sonia no se siente fea, (tampoco en la versión 2) porque Marina Salas no lo es, pero el personaje lo necesita para que el público entienda cómo funcionan su relación con Astrov y su resignación, y la actriz en este caso tampoco llega. Helena es una mujer florero a la que no se le dan bien las matemáticas, porque para cuando dice “por una vez en la vida y suceda lo que suceda”, Astrov y ella ya se han besado, al igual que Sonia y ella bailan en la escena de la tormenta y, aunque son reprimidas, el efecto no es el mismo. Nyanka y Telégin son comentaristas externos de la jugada y cumplen una función muy contemporánea en la dramaturgia: la de la ironía con la que miran desde el papel de Manuela Paso. Como también se ha eliminado el estatus, los personajes se relacionan de igual a igual, sin que las diferencias sociales tengan la menor importancia. Y suma y sigue. Y todo desde la distancia y el comentario, no desde el compromiso ni con el autor ni con el original.

En este sentido, es mucho más honesta la versión de Juan Pastor, que, aunque demasiado pasada por Thornton Wilder y con un espíritu lúdico que a veces roza el vodevil, trata a los personajes con el respeto que les concede Chéjov.

Ver las dos versiones de este Vania x Vania seguidas produce el mismo estupor que ver el segundo y el tercer acto de Qué Ruina de función sin haber visto el primero, y sólo se explica desde la incapacidad de Remón por elegir una opción y por su necesidad de mostrarnos toda su televisiva capacidad como adaptador, que es mucha, pero superficial. Si van a verla, mi recomendación es que vean primero la segunda y, al día siguiente, prevenidos de que sigue siendo otra versión de la parodia, vean la primera. Así no se sentirán engañados y la visión de la primera no influenciará la segunda. Porque someter al público a 220 minutos de Vania sin que Chéjov aparezca por ninguna parte no sólo es una temeridad, sino una triste estafa, aunque haga reír a algunos, que probablemente no se hayan leído los consejos a los actores de Hamlet.

Vania x Vania. Matadero Madrid Sala Fernando Arrabal del 29 de febrero al 7 de abril de 2024.

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