LO QUE DURE MORIR: un remedio contra la arqueología shakesperiana

Críticas, España

Por Tiago P. Barrachina (Universitat de València) / 22 de marzo de 2024

Shakespeare, Shakespeare, Shakespeare. Siempre presente en los escenarios de todo el globo de un modo u otro. Lógicamente, la sobreexposición del dramaturgo inglés parte de la importancia que tiene como el artista que fue capaz de sintetizar la esencia de lo humano en sus obras de teatro. El pobre William vive en un estado constante de explotación en el cual su producción se convierte en un llamado y así, los clásicos universales han pasado a ser consumidos por un mismo sector del patio de butacas. No vengo a pisarle el terreno a los programadores  Dios me libre de iniciar batallas ya perdidas  , pero quiero pensar que propuestas como Lo que dure morir traen viento sobre el polvo de la arqueología que se asocia en ocasiones a los montajes arcaizantes.

Paula María Martínez y David Alan Perry reflexionan acerca de Ofelia, explorando la dimensión psíquica del personaje de la obra Hamlet. Esto no se hace mediante largas citas o extensos fragmentos intertextuales. Si bien estos último aparecen, el eje central son las experiencias que ha tenido la actriz con dicho personaje. Aparece pues, un cierto contenido biográfico que coloca la relación intérprete-personaje en el foco de atención. Esto es algo ciertamente particular, pues las propuestas que versan acerca de la vivencia actoral pasan por la denuncia hacia la precariedad de la profesión. En contra, la compañía arroja luz sobre el vínculo que se genera entra la obra y el artista y como dialogan estos dos elementos. No obstante, el efecto no se limita meramente a Paula María Martínez, sino que se extiende a la relación que tiene con David Alan Perry y cómo la creación de Lo que dure morir afecta a la misma, convirtiéndose los intérpretes en Hamlet y Ofelia. Mas, ¿cuál es el límite entre personaje e intérprete? ¿Cómo la intensidad de la escena puede suponer un aliciente para querer vivir en ella?

Durante el trascurso de la pieza se investiga con diferentes sensaciones acústicas, encontrándose en el espacio sonoro algo más que un mero colchón. La música toma un papel protagónico y transita desde el sueño más dulce, hasta las voces caóticas de una pesadilla. Reconozco que el comienzo resulta algo azucarado, pero procura un mayor impacto conforme la obra comienza quebrarse. La realidad de la actriz se ve resquebrajada y los tintineos se convierten en verdaderas cacofonías. La danza asoma también en esta pieza, donde la actriz dibuja con delicadeza en el espacio, abogando por esa estética casi primaveral que tanto nos recuerda a Ofelia. Isabel Miralles, por su parte, propone un espacio pulcro, ocupado por dos espejos, un perchero con ropa blanca y la mesa de sonido, que queda incorporada en el juego escénico. Con todo, lo más interesante es la división que existe entre el fondo del escenario y el resto del mismo. Grandes cortinas negras dejan un hueco justo en el centro, a través del cual solo se puede observar una pequeña tarima, pero cuyo juego con la iluminación resulta hipnótico y genera un espacio de interés y curiosidad.

El equipo se arroja con osadía a las tablas para proponer una vivencia contemporánea de los personajes clásicos y ese es el gran acierto de la obra. No podemos dudar ya de que el teatro ha de encontrar nuevas vías para acercar los clásicos al gran público, de lo contrario nuestro sector estará condenado al onanismo. Lo que dure morir es tremendamente real y así, las situaciones que propone te apelan, lo cual sorprende, pues lo poético constituye la base estilística del texto. El equipo demuestra que lo bello no es cosa del pasado, sino que se puede traer al mundo actual y que lo underground, que últimamente está tan presente, no es el único procedimiento estético eficiente. Este afán por lo hermoso más allá del preciosismo se traduce también al video proyectado: una escena cotidiana de la pareja de creadores, que, en la cama, hablan de la pieza; porque hay delicia en el día a día. Eso sí, la pieza ansía una ampliación en su extensión, pues como espectador deseas comprender más de las relaciones que se han planteado. 

El mundo ha cambiado desde que William Shakespeare escribió Hamlet. Los seres humanos, al menos en su dimensión psicológica, lo hemos hecho con él. Pero de un tiempo a esta parte parecemos querer obviar este hecho. Tal vez sea yo, pero las intervenciones así las llamamos ahora de obras clásicas no terminan de calar en un público cada vez más saturado de información. El porqué de este acontecimiento se lo dejo a los académicos, por mi parte solo me queda solicitar más reflexiones como Lo que dure morir, donde los creadores y creadoras ponen en comunión al espectador contemporáneo con, lo que a priori, podría parecer letra muerta.

Shakespeare, Shakespeare, Shakespeare. Siempre presente en los escenarios de todo el globo de un modo u otro. Lógicamente, la sobreexposición del dramaturgo inglés parte de la importancia que tiene como el artista que fue capaz de sintetizar la esencia de lo humano en sus obras de teatro. El pobre William vive en un estado constante de explotación en el cual su producción se convierte en un llamado y así, los clásicos universales han pasado a ser consumidos por un mismo sector del patio de butacas. No vengo a pisarle el terreno a los programadores  Dios me libre de iniciar batallas ya perdidas  , pero quiero pensar que propuestas como Lo que dure morir traen viento sobre el polvo de la arqueología que se asocia en ocasiones a los montajes arcaizantes.

Paula María Martínez y David Alan Perry reflexionan acerca de Ofelia, explorando la dimensión psíquica del personaje de la obra Hamlet. Esto no se hace mediante largas citas o extensos fragmentos intertextuales. Si bien estos último aparecen, el eje central son las experiencias que ha tenido la actriz con dicho personaje. Aparece pues, un cierto contenido biográfico que coloca la relación intérprete-personaje en el foco de atención. Esto es algo ciertamente particular, pues las propuestas que versan acerca de la vivencia actoral pasan por la denuncia hacia la precariedad de la profesión. En contra, la compañía arroja luz sobre el vínculo que se genera entra la obra y el artista y como dialogan estos dos elementos. No obstante, el efecto no se limita meramente a Paula María Martínez, sino que se extiende a la relación que tiene con David Alan Perry y cómo la creación de Lo que dure morir afecta a la misma, convirtiéndose los intérpretes en Hamlet y Ofelia. Mas, ¿cuál es el límite entre personaje e intérprete? ¿Cómo la intensidad de la escena puede suponer un aliciente para querer vivir en ella?

Durante el trascurso de la pieza se investiga con diferentes sensaciones acústicas, encontrándose en el espacio sonoro algo más que un mero colchón. La música toma un papel protagónico y transita desde el sueño más dulce, hasta las voces caóticas de una pesadilla. Reconozco que el comienzo resulta algo azucarado, pero procura un mayor impacto conforme la obra comienza quebrarse. La realidad de la actriz se ve resquebrajada y los tintineos se convierten en verdaderas cacofonías. La danza asoma también en esta pieza, donde la actriz dibuja con delicadeza en el espacio, abogando por esa estética casi primaveral que tanto nos recuerda a Ofelia. Isabel Miralles, por su parte, propone un espacio pulcro, ocupado por dos espejos, un perchero con ropa blanca y la mesa de sonido, que queda incorporada en el juego escénico. Con todo, lo más interesante es la división que existe entre el fondo del escenario y el resto del mismo. Grandes cortinas negras dejan un hueco justo en el centro, a través del cual solo se puede observar una pequeña tarima, pero cuyo juego con la iluminación resulta hipnótico y genera un espacio de interés y curiosidad.

El equipo se arroja con osadía a las tablas para proponer una vivencia contemporánea de los personajes clásicos y ese es el gran acierto de la obra. No podemos dudar ya de que el teatro ha de encontrar nuevas vías para acercar los clásicos al gran público, de lo contrario nuestro sector estará condenado al onanismo. Lo que dure morir es tremendamente real y así, las situaciones que propone te apelan, lo cual sorprende, pues lo poético constituye la base estilística del texto. El equipo demuestra que lo bello no es cosa del pasado, sino que se puede traer al mundo actual y que lo underground, que últimamente está tan presente, no es el único procedimiento estético eficiente. Este afán por lo hermoso más allá del preciosismo se traduce también al video proyectado: una escena cotidiana de la pareja de creadores, que, en la cama, hablan de la pieza; porque hay delicia en el día a día. Eso sí, la pieza ansía una ampliación en su extensión, pues como espectador deseas comprender más de las relaciones que se han planteado. 

El mundo ha cambiado desde que William Shakespeare escribió Hamlet. Los seres humanos, al menos en su dimensión psicológica, lo hemos hecho con él. Pero de un tiempo a esta parte parecemos querer obviar este hecho. Tal vez sea yo, pero las intervenciones así las llamamos ahora de obras clásicas no terminan de calar en un público cada vez más saturado de información. El porqué de este acontecimiento se lo dejo a los académicos, por mi parte solo me queda solicitar más reflexiones como Lo que dure morir, donde los creadores y creadoras ponen en comunión al espectador contemporáneo con, lo que a priori, podría parecer letra muerta.

FICHA ARTÍSTICA

Texto, dirección e interpretación: Paula María Martínez y David Alan Perry // Espacio sonoro: David Alan Perry // Espacio escénico: Isabel Miralles // Diseño de iluminación: Paula María Martínez y David Alan Perry // Técnico de luces: Isabel Miralles // Diseño de cartel e imagen: Aitana Gil Navarro // Producción: Paula María Martínez // Agradecimientos: Xavi Puchades, Idoia Salaberri y David Perry

Lo que dure morir, en Teatro Círculo, València. Del 21 al 24 de marzo de 2024.

FICHA ARTÍSTICA. Texto, dirección e interpretación: Paula María Martínez y David Alan Perry // Espacio sonoro: David Alan Perry // Espacio escénico: Isabel Miralles // Diseño de iluminación: Paula María Martínez y David Alan Perry // Técnico de luces: Isabel Miralles // Diseño de cartel e imagen: Aitana Gil Navarro // Producción: Paula María Martínez // Agradecimientos: Xavi Puchades, Idoia Salaberri y David Perry

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