…and breathe normally (…y respiren con normalidad): una conversación con Julio Provencio

Entrevistas
Julio Provencio (Madrid, 1986)

Por Paloma Arroyo (Universidad Complutense de Madrid, España). 

Julio Provencio es autor, director y actor de la pieza «…and breathe normally (…y respiren con normalidad)», presentada en el Centro Cultural de la Villa el pasado Enero de 2021, dentro del ciclo Teatro y Derechos Humanos.

La pieza la escribe, dirige e interpreta Julio Provencio, junto con la ayuda en la dirección de Josete Corral. Narra en primera persona el trayecto aéreo de París a Madrid, en el que observa a su alrededor cómo se desmorona el mundo de seguridad que conocía hasta el momento. En efecto, el autor-actor-director vivió en primera persona la onda expansiva de bombas que tuvieron lugar en Barcelona, Bruselas y París por parte del denominado terrorismo islámico que pusieron en jaque durante varios años la presunta estabilidad europea. A partir de este hecho – histórico y personal – Provencio se sumerge en el análisis de la espiral del miedo, que se traduce en un sentimiento constante de amenaza, e, incluso, paranoia que es expansible a la experiencia de todos los que en algún momento quisimos creer que Europa era un lugar seguro, que garantizaba las libertades de todos sus ciudadanos.

JULIO PROVENCIO es dramaturgo, director de escena, productor y gestor cultural. Es autor de Placenta, Ifigenia (Homenaje a una muerte muda) [Programa de apoyo a escritores noveles Com. Madrid], Hebe [CDN – L’obrador d’estiu] y Macrophylla [VII Programa de Desarrollo de Dramaturgias Actuales INAEM], co-autor de Modërna junto con Carolina África, y de la obra teatral Proyecto 43-2 junto a María San Miguel, autor del guion para cortometraje Humanoides (4ºPremio – Certamen Teatronika, Universidad Pompeu Fabra, Radio 3, FECYT)

Ha dirigido Cuando caiga la nieve (de Javier Vicedo Alós) así como varias de sus obras, además de varias lecturas dramatizadas de textos contemporáneos, y ha sido ayudante de dirección en las producciones You are my destiny (Lo stupro di Lucrezia), Primera carta de San Pablo a los Corintios, Las puertas de la carne, Esta breve tragedia de la carne y ¿Qué haré yo con esta espada?, de Angélica Liddell, entre los años 2014 y 2016. Es licenciado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid, Máster en Humanidades por la Universidad Carlos III de Madrid, y Máster Europeo en Artes Escénicas por las Universidades Libre de Bruselas y de Bolonia, gracias a una Beca de la Fundación La Caixa. Además, es Máster en Formación del Profesorado por la Universidad Nacional de Educación a Distancia y Titulado Profesional de Música en la especialidad de Clarinete.

¿De dónde surge la inspiración para escribir “…and breathe normally (… y respiren con normalidad)”?

De dos resacas. Por un lado, cabría hablar de una resaca personal, ya que cuando tuvieron lugar los atentados de París y Bruselas yo estaba de visita en esas ciudades, con previsión de regresar a casa en los días posteriores. Recuerdo perfectamente los viajes en avión, pensando: “podría haberme tocado a mi”. Recuerdo cómo en un sólo instante el miedo se apodera de ti, y haces un recuento de lo que has hecho y no en tu vida.

Por otro lado, está la resaca del pensamiento común en el que están inmersas todas aquellas ciudades europeas en las que han tenido lugar atentados terroristas los últimos años. Es una suerte de perplejidad, al darse cuenta de que no son intocables.

A partir de aquí surge el miedo, que había estado tan escondido bajo lemas europeístas que descansan sobre los principios fundamentales de la democracia, y la sociedad del bienestar.

En la obra recupero el titular de Le Figaro, tras los atentados en París: “Ahora sabemos que Europa existe, porque tiene un enemigo”. Este mensaje poco tiene que ver con la paz. Se trata de la misma retórica bélica que conocemos desde la II Guerra Mundial. Esta retórica busca generar una identidad patriótica, como oposición al otro, al enemigo, tal y como nos lo muestra este titular.

En plena tercera ola de una pandemia mundial, ¿Qué interés crees que tiene mostrar una obra que trata sobre los ataques terroristas de París y Bruselas en los años 2015 y 2016, respectivamente?

El mundo pandemia nos ha situado en un estado de alerta similar al de los atentados terroristas. No se nos olvide que el “estado de alarma” generalmente se aplica a una situación de violencia crítica. La primera vez que los europeos de mi generación nos familiarizamos con este “estado” fue precisamente en el contexto del llamado terrorismo islámico.

Pandemia y terrorismo tienen un denominador común: el miedo. Si bien el origen del espectáculo no es una pandemia por un virus, sí hay elementos que nos confrontan con la manera en la que nos enfrentamo a la creación de este espectáculo: ¿de qué manera gestionamos el miedo? ¿Cuándo el miedo deja de ser útil como preventivo y se convierte en paranoia?

La estructura de la pieza recorre, precisamente, el proceso psicológico de la paranoia.

Efectivamente. El espectáculo parte de lo más expositivo, para terminar metiéndose en lo más paranoico-personal…

Creo que nos encontramos en un momento en el que el miedo nos define como sociedad, y eso es algo que hay que vigilar, porque puede conducirnos a la irracionalidad, distorsionar nuestra mirada, y dirigirla, como expongo en esta obra, hacia el fanatismo y el odio.

El ambiente está tan crispado que no me sorprendería que se produjeran episodios de violencia extrema en nuestro país. Y no es nada local, el miedo al otro está circulando Europa desde hace años, no hay más que ver el aumento de la ultraderecha en la última década…

Precisamente por eso, hay quien se sorprende de que los teatros madrileños sigan abiertos… ¿Cómo ha afectado la situación actual a la elaboración y puesta en escena de la pieza?

Para empezar, el título de la pieza ya sitúa al espectador atento a su seguridad, y el hecho de que el espectáculo se llama “… y respiren con normalidad”, cuando no podemos salir a la calle sin la mascarilla ha resultado de lo más irónico.

(Risas)

Por otro lado, el hecho de que sea un monólogo escrito e interpretado por mí mismo no ha supuesto un problema de cara al montaje. El confinamiento, incluso, me vino bien, ya que pude centrarme en escribir y en utilizar la experiencia interna que vivimos como parte de la inspiración. Sin embargo, el co-director de la pieza, Josete Corral, estuvo aislado por Covid justo antes del estreno, lo cual supuso mucha incertidumbre.

Más allá de eso, en un principio tenía el plan de desarrollar el proyecto a partir de residencias en Bruselas y Paris, y, con la pandemia, ha sido imposible. Con todo y con esto, sí pude hacer este verano una residencia de escritura en Avignon, y la ayuda del Ayuntamiento de Madrid ha facilitado mucho las cosas.

En realidad, no ha salido nada mal…

Desde luego que no. Mis colegas europeos, personas que estaban vinculadas al proyecto en Bruselas o París, alucinan con que hayamos llegado a estrenar en Madrid con público. Hay que tener en cuenta que todos los teatros europeos están cerrados, menos nosotros.

Madrid is different. Quizá seamos más africanos que europeos, aunque no hayan faltado aquí también mensajes del gobierno apelando, como decías antes, a que “hay que luchar contra el enemigo común”.

La presencia del fanatismo, en mi opinión, va más allá de ser terrorista yihadista o hoolingan del Real Madrid, lo cual es precisamente uno de los temas principales de la obra. Si nos definimos a partir de una lógica de oposición (“este es amigo, este enemigo”, “este es terrorista, este es héroe”, “este cumple las medidas europeas, este no cumple las medidas europeas”), vamos a encontrarnos con una sociedad polarizada, y poco reflexiva.

¿Y cuál crees que es la labor del teatro en todo esto?

Para mí el análisis social a partir del teatro me permite “bajar a la tierra” todas estas cuestiones. En primer lugar me cuestiono quién soy yo haciendo teatro en medio del fanatismo y la educación compartida, y qué puedo aportar.

¿En tus obras propones soluciones a esas preguntas o lo dejas abierto?

Creo que mentiría si dijera que en la obra no propongo respuestas. De hecho, no creo que exista ningún escritor que sólo plantee preguntas. Incluso la manera de hacer la pregunta condiciona la respuesta.

 ¡Qué se lo digan a Sócrates!

(Risas)

Las posibles respuestas están en el propio acto teatral. No tengo manera de cambiar la identidad europea, pero sí puedo generar una experiencia que ponga todo esto en crisis.

Una vez que el personaje de la obra – inspirado en mi mísmo – atraviesa los estados propios de una crisis paranoide planteo de forma deliberada una suerte de páramo narrado, al final, que genera la posibilidad (y esperanza) de que esta sociedad sane. Lo he escrito en condicional a propósito, para subrayar el carácter utópico del mismo.

Y hablando de posibilidades, ¿Qué proyección de futuro ves al espectáculo?

Me gustaría que tuviera una proyección internacional, precisamente porque creo que el tema que trata trasciende lo local. El fanatismo y el discurso del miedo tiene que ver con la manera en que vemos a día de hoy el mundo, con desconfianza y odio hacia lo diferente.

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