BRUNO

España, Reseñas

Por Tiago P. Barrachina (Universitat de València) / 25 de enero de 2024

En ocasiones siento que no se termina de dar con la tecla adecuada con el teatro para jóvenes. No es tarea fácil teniendo en cuenta la diversidad de gustos y expresiones que hay en este tipo de espectador. Por ello, en ocasiones aparecen aberraciones simplistas, con personajes absurdos, intérpretes pasados de rosca y escenografías banales. Luego se pasean los musicales, género que destaca por su ausencia en las carteleras valencianas y, cuando este aparece, suele ser de origen catalán. Lejos de relacionar la procedencia con la calidad, algo que, por otro lado, sería imposible, cualquier valenciano querría que las producciones de su tierra fueran lo más diversas posibles. En este contexto aparece Bruno, el musical que lo cambió todo.

La trama gira alrededor de un Bruno que, tras un año en Estados Unidos, vuelve al Instituto San Javier. Allí se encuentra con una verdadera jungla de violencia. A través de las escenas asistimos a un ecosistema que muchas veces nos queda oculto en nuestra tediosa adultez, pero a través de las canciones nos asomamos por una ventana al mundo interior de los personajes adolescentes. Esto, que parece sencillo, resulta una de las grandes virtudes de la propuesta ya que mientras el adulto descubre, el adolescente se identifica. Si lo hace con el protagonista, verá que no está solo y le alentará a pedir ayuda. Si lo ejecuta con el villano, la obra le devolverá un bofetón que le girará la cara en la dirección adecuada. 

Es usual que las piezas que trabajan con un aspecto social, como bien podría considerarse esta en tanto a la temática, pequen en densidad y, por tanto, acaben consumidas por un espectador asiduo o politizado. Y si bien los musicales –por su carácter espectacular, donde luces y música toman protagonismo– no suelen profundizar en las raíces de los conflictos, sí que acercan al público de una manera mucho más efectiva. Eso cuando se trata de musicales como el que hoy nos ocupa, también los hay banales y que, en su «más difícil todavía», funcionan. Pero Bruno no es efectista, sino efectivo. No es que no cuente con efectos escenográficos, sino que muchos musicales matan moscas a cañonazos en lugar de apuntar a la diana, disparar y dar en el blanco. Esto se aplica también al apartado musical, donde existen dos dimensiones: la composición y la adaptación de temas existentes. Esta última tiene un lugar especialmente importante, porque le aporta realidad a la escena, la acerca al mundo y la hace verosímil.

Los musicales tienden a proponer experiencias que, a mi modo de ver, se parecen más a un concierto o al circo, primando los efectos escenotécnicos y el virtuosismo de los intérpretes. De ahí que la búsqueda de lo real en la narrativa sea tan esencial para le funcione. Lo importante no son las luces o los cambios escenográficos –por muy bien ejecutados que estén– sino el recorrido de los personajes y su afrontar los conflictos planteados. No obstante, aquí los intérpretes trabajan con cierto grado de fantasía, pues la composición de los personajes pasa por lo teatral. Reconozco que en un comienzo despertó en mí algo de rechazo, pero durante las primeras escenas se asentaron las bases y estos personajes que hubieran podido parecer extraños acaban extremadamente reales. Te acongojan y divierten con un humor bien trabajado. El elenco, con unos cuerpos especialmente abiertos y expresivos, resultan la clave mediante la cual Bruno alcanza su fin. El drama, como género, es bastante caduco en su estado puro. El espectador promedio está tan sumamente saturado de las tragedias cotidianas que la tensión y el dolor no lo apelan. Queremos esperanza, y obras como esta trabajan con ella. 

Víctor Lucas y Mamen Mengó demuestran que el género musical no tiene por qué ser banal ni de Brodway, que puede ser valenciano. Por su parte, los actores nos recuerdan que la profesión del intérprete es dura, pero que las horas de ensayo y preparación merecen la pena. Y sí, es evidente que la pieza no es investigación escénica ni se encuentra en la vanguardia escénica contemporánea. Pero honestamente, no le hace falta. En la diversidad de las carteleras se encuentra la belleza y Bruno trae esperanza sobre el género musical.

Bruno, el musical que lo cambió todo. Del 24 de febrero al 3 de marzo en la Sala Off, València. El 15 de marzo en el Teatro Arniches, Alicante.

Ficha artística. Dirección y autoría: Víctor Lucas y Mamen Mengó / Música original: Víctor Lucas / Coreografía: Toñi B. Forascepi / Escenografía: Luis Crespo / Vestuario: María Almudéver / Producción: Pedro Giménez / Iluminación: Stefano Recchina / Reparto: Yerai Varo, Pablo Monfort, Ana Burguet, Diego Monzón, Paco Ivánez, Ana Conca, Paola Navalón, Javier Frasquet, Truman Fernández.

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