DANCING WITH THE FROGS & EL CUENTO DE LA TESTOSTERONA
Por Begoña Frutos (RESAD) / 16 de julio de 2021
La Sala Principal del Teatro Español de Madrid estrenó el 16 de julio “Dancing with the Frogs”, un espectáculo de danza imaginado y dirigido por la coreógrafa y bailarina Sol Picó, ganadora entre otros del Premio Nacional de Danza 2016 y ocho Premios Max. Un montaje en el que Sol Picó cambia de registro y se centra en el elemento masculino, todo un contrapunto a la pieza “We Women” que pudo verse también en el Teatro Español en junio de 2017.
En aquella, Picó reflexionaba acerca de la condición femenina y dibujaba un retrato de la mujer contemporánea, procedente de diferentes disciplinas y en aparente contraposición con su opuesto biológico masculino. La pieza actual es toda una invitación a cuestionar el mundo tradicional de la masculinidad, donde sin duda encontramos más dudas que certezas, representando este universo viril en los orígenes y herencias de siete hombres de entre 27 y 55 años. Siete varones que danzan y que se atreven, con un estilo tan directo como lleno de humor y compromiso, a plantearnos preguntas fundamentales como ¿Existe el nuevo hombre? ¿Ha comenzado una transición hacia una nueva masculinidad? ¿Cómo debería ser? ¿Cuánto pesa la tradición? ¿Qué significa ser hombre hoy en día?
El espectáculo se inicia con una feria de hombres del siglo XX que van habitar el siglo XXI (hipsters, veganos, machistas, gays, etc.) y nos incita desde un primer momento a anclarnos en su atmosfera y a caminar junto a los propios actores como si sus pies, y también los nuestros, quisieran dejar su huella en papel de arroz como prueba irrefutable del inicio del transito hacia una nueva era, todo ello a través de una escenografía musical minimalista y con muy pocos elementos escénicos (arpa, guitarra, acordeón, teclado y unos cuencos de cristal que metafóricamente representan una masturbación). El espacio sonoro resulta una ascensión astral a los bosques de Oberón y Titania y el singular vestuario de frac y en calzoncillos de los siete actores denota rigor y una sensibilidad atrevida y confrontada, como si se tratase de un combate-ritual consigo mismos. Todo aderezado y envuelto por paisajes sonoros y musicales creados por un músico y un tenor muy reconocidos en el panorama musical.
Asistimos a un cuento moderno donde las ranas se transforman en príncipes (como a veces ocurre en los cuentos de princesas) y los actores bailan con la propia Sol Picó al tiempo que expresan sus temores, exponen desafíos y se cuestionan qué es lo masculino en ausencia de lo femenino. Y todo ello partiendo de tópicos respecto a la masculinidad en la propia voz de los actores: “¿Qué prefieres para tu casa, el fútbol o el ballet?“. O el clásico: ”No nos gustan los hombres blandengues”, poniendo quizás a veces demasiado en evidencia el estereotipo de macho ibérico-cañí. Así se plantean nuevos modelos de masculinidad indagando sobre los conceptos del patriarcado, la testosterona, la violencia, la imagen arquetípica del caballero o la propia figura masculina en el folklore popular, sin obviar la sensibilidad, la ternura y la simpleza que los mezcla, los voltea y los deconstruye para descubrir que es posible imaginar un hombre distinto. O no.
La propuesta, con dramaturgia de Marta Galán, conlleva una apología del feminismo y nos habla de la búsqueda de un nuevo modelo de hombre, un renovado individuo masculino que pueda encajar en una sociedad donde la mujer ha ido ganando cotas de poder y donde hay cuestiones respecto de su propia condición que tampoco convencen al hombre actual mismo. Aspectos que adquieren la consideración de elementos a transformar por parte de ellos y de nosotras. Esos enormes pesos, aparentemente inmovibles, pero que en los últimos cincuenta años la mujer ha contribuido a mover y a cambiar y que ahora son los hombres los que han de ajustar e integrar, debiendo emprender ellos un nuevo camino sin saber todavía a ciencia cierta qué nuevos obstáculos encontrarán en él.
Los actores se dejan la piel en escena en los múltiples desafíos planteados por la coreógrafa a lo largo del espectáculo, como por ejemplo en la escena donde una manada de hombres abandona desnuda a una mujer en situación de completo desamparo o la interpelación cargada de desdén a uno de los actores por llevar elementos identificativos femeninos (lo cual incluye de manera implícita una homofobia latente), todo ello acompañado de una estética de gran energía y fuerza física y de una música ecléctica que incluye piezas tan variadas como el clásico “My Way”, “Bohemian Rapsody” de Queen, “El Toro Enamorado de la Luna” de El Fary y hasta una jota donde se cita textualmente a “los maricones” (porque tiene siempre muy poco de latente la homofobia). Aparece también una critica a tradiciones como la excesiva y maniquea religiosidad de Andalucía y a aspectos más recientes como la paternidad subrogada donde desaparece por completo la madre.
Trasciende en toda la representación que para una feminista declarada como Sol Picó ha sido toda una experienciaponerse en la piel de un hombre y sacar todo su lado masculino bailando con sapos, lumbersexuales, neo-macarras y metrosexuales andróginos para cerrar la programación de esta temporada en el Teatro Español. Y de paso, lanzarnos sin retorno a esta aventura ácida, sucia, gamberra, divertida y tragicómica que, en palabras de la propia artista, no trata de aportar respuestas sino de abrir nuevas interrogantes para generar una reflexión sana acerca de nuestro modelo actual de sociedad.
