UNA NOCHE SIN LUNA de Botto y Mencheta: O como desenterrar a Lorca en una hora y media
Por Pedro Lanzas Cabrera (Universidad de Granada) / 8 de julio de 2021
Sería tan absolutamente necesario que cada ciudadano de este país pasase por el patio de butacas del Teatro Español para dejarse llevar por esta pieza, que me resulta una injusticia que esto sea tan solo una fantasía. Y es que, si algo hace esta obra de teatro interpretada por Juan Diego Botto, con texto de él mismo y dirigida por Sergio Peris-Mencheta, es sacudir una y otra vez al patio de butacas con realidades que subrayan la necesidad de recuperar nuestra memoria y hacer una honda reflexión sobre el país que queremos ser.
El espectáculo que arranca en los albores de los años 30, desgaja un Lorca ilusionado con su trabajo como dramaturgo en la Residencia de Estudiantes, que habla de Yerma, una persona inquieta de una inteligencia despierta y brillante que habla del amor, de la relación con la prensa y de la tensión de los momentos finales de su vida. Botto da vida a un intelectual que lucha por llevar el teatro a las zonas más desfavorecidas a través del proyecto de La Barraca y que se topa con la intolerancia rancia y manida de quienes no comulgan con la manifestación de opiniones contrarias al orden establecido y mucho menos siendo homosexual y de izquierdas.
La obra cuenta con una iluminación de Valentín Álvarez viste de gala una escenografía en la que, como el mito de Teseo y su barco, no será jamás igual que como empezó. En efecto, una tarima gigante que esconde un contenido que se nos va mostrando a medida que Lorca va quitando unas veces, rompiendo otras, las tablas que forman su superficie y “desenterrando” objetos, recuerdos y retazos de una vida truncada por la dictadura. Esta disposición escénica será el puzle que articule esta maravillosa oda a la justicia y a la memoria, que acompañada de un espacio sonoro contundente envuelve suavemente la tragedia y la ironía con el piano como elemento sonoro principal, además de la voz de la solista Rozalen en una parte del espectáculo.
La dramaturgia, basada en entrevistas y conferencias de Lorca, así como en algunos de sus poemas, desentierra de la fosa a un artista que nos cuenta en primera persona sus reflexiones, anécdotas y demás vivencias hasta su ejecución el 18 de agosto de 1938 a la edad de 38 años a manos de la dictadura franquista. La pieza, que bascula entre la ironía el humor y amor por la vida, nos hace estremecer en la butaca mostrándonos el horror de la intolerancia y la brutalidad de una España que no acaba de morir aún hoy en pleno siglo XXI. Así pues, encontramos un durísimo alegato en defensa de la memoria histórica y contra los que hoy día mantienen que no deben reabrirse las heridas con discursos vacíos de contenido, pero llenos de prejuicios y odio como el usado por otro de los personajes que aparecen en la pieza, un señor que se levanta desde el patio de butacas y comienza a increpar a Lorca. Interpretado por Botto, es un tipo de esos que afirma no ser de izquierdas ni de derechas o que no es machista pero tampoco feminista, y que en un arranque de ira clama contra el poeta señalando que: “si no te gusta España, vete”. La intervención de este reaccionario no es casual, pues crea un puente en el tiempo desde el año 1938 hasta nuestros días poniendo de manifiesto que, si Lorca viviera hoy día, sería igualmente el blanco de insultos, palizas o algo peor, lo cual nos obliga a hacer una profunda reflexión. Bajo esta premisa comienza el poeta la recta final del espectáculo, después de haber asistido al peligroso y pestilente discurso del ‘fascista’ que sosteniendo la siguiente lógica: ¿quién puede entender y respetar a un poeta que escribe cosas sin sentido como?: “tiburones como gotas de llanto para cegar una multitud”, acaba su intervención con la siguiente frase lapidaria:
Es conmovedora la sensibilidad e inteligencia que demuestra el intérprete a lo largo del texto, haciendo gala de un trabajo preciso de bisturí diseñado por su director que pudiendo caer en el error de la hipérbole se mantiene en un registro sutil que nos lleva al clímax sin demasiados aspavientos. Muy acertado también el mito de Teseo y su barco, siendo la escenografía el barco. La metáfora de que, aunque aparentemente todo cambie, seguimos reconociendo al barco de Teseo como tal. No importa los cambios que ha sufrido. Sigue siendo el mismo. Este mito es pieza fundamental en la historia ya que nos sirve como ejemplo de memoria y recuerdo frente a la barbarie y la destrucción además de ser usada como parábola que ilustra la tesis de la obra.
En su comienzo la obra aprovecha una denuncia contra el propio Lorca por delitos de odio contra la Guardia Civil española para mostrar su intención, que no es otra que la de conectar la vida del poeta granadino con la actualidad de hoy día. El actor y único interprete de la pieza sale a proscenio con el telón bajado, a advertirnos de que no habrá función debido a una denuncia interpuesta por un gabinete de abogados católicos a uno de los textos que formaban parte de la obra. Las caras de desolación en el patio de butacas no dejan lugar a dudas, no hay derecho a este atropello, se escuchan gritos sobre un eslogan político de la derecha en las pasadas elecciones a la Comunidad de Madrid. Aplausos y vítores para Botto e insultos proferidos a los responsables de la denuncia. En este estado de crispación y profunda frustración aparece la verdadera intención del actor, el teatro no debe servir únicamente como disfrute y como pasatiempo. El espectador o ciudadano puede verse atropellado por la censura y la vileza de aquellos que, considerando su verdad como un dogma, no aceptan otras interpretaciones de la realidad ni toleran otras formas de entender el estado y la vida. Por supuesto que hubo representación, vaya si la hubo.
Teatro absolutamente necesario que deja sin aliento al patio de butacas rompiendo al final de la pieza en una tremenda ovación de varios minutos en los que, por fin, el público se deshace en vítores y alguna que otra lágrima dejando constancia de que Lorca estuvo esa noche sobre las tablas.