El bar que se tragó a todos los españoles y se llevó al público de su mano

España, Reseñas
La última producción de Alfredo Sanzol en el CDN

Por Alba Saura Clares (U. Autònoma de Barcelona, España) / 22 de mayo de 2021

Alfredo Sanzol se puso al frente del Centro Dramático Nacional el 1 de enero de 2020, iniciando un proyecto de cinco años de duración y siguiendo en el cargo como director a Ernesto Caballero. Podemos imaginar que la situación sociosanitaria vivida desde marzo de 2020 ha sido un difícil reto para la dirección de un enclave como el CDN. Tras el período de más férreo confinamiento, las puertas del teatro se abrieron a la recuperación de las producciones suspendidas en los meses anteriores o aquellas que habían visto truncadas sus representaciones, como Los días felices de Samuel Beckett, bajo la dirección de Pablo Messiez, o Siglo mío, bestia mía de Lola Blasco, con puesta en escena de Marta Pazos. 

Como director del centro, la primera producción presentada por Sanzol como dramaturgo y director ha sido El bar que se tragó a todos los españoles y, tras el desarrollo de las representaciones, podemos afirmar que ha sido un inicio exitoso tanto en la acogida de la crítica1. como por parte del público. Como el teatrista afirma en el programa de mano de la propuesta, el objetivo de su gestión es la apuesta por la dramaturgia contemporánea española, «precisamente para que podamos seguir dando voz a todos aquellos que no la tienen, y también a todos aquellos que no la tuvieron»2. La obra fue estrenada el 12 de febrero de 2021 en el Teatro Valle Inclán y representada hasta el 4 de abril. Además, como muestra de los cada vez más asiduos intercambios entre las producciones del Teatre Lliure o del Teatre Nacional de Catalunya y las del Centro Dramático Nacional, Barcelona recibía en abril este estreno en el Lliure, al que se sumaron otras propuestas venidas de producciones madrileñas como Las canciones de Pablo Messiez, ambas exitosas y avaladas por los aplausos despertados entre el público. 

Fotografía por Luz Soria

La obra de Sanzol se sitúa en un bar como paradigma del encuentro en comunidad, de la difusión de historias, del vecindario, de las vivencias compartidas por los clientes y que unifica una realidad, tan variada como compartida a lo largo del mundo. En este bar el propio Sanzol, a través del personaje interpretado por Camila Viyuela, es testigo de una parte de la historia del país y de su propia historia personal. Como relata el propio autor, el encuentro con esta obra supone una mirada a su pasado, a su familia y a su padre. Y quizás sea ese el motivo, o quizás solo el propio trazo dramatúrgico de Sanzol, el que nos lleva a encontrarnos ante unos personajes dibujados en su expresión humana absoluta, donde su composición a veces hiperbólica, que roza en muchos casos la pintura de tipos populares de nuestro acervo cultural, entroncan con una gran ternura (una palabra muy propia para Sanzol, si recordamos su éxito con este título) para tratar esta historia, para disparatarla y hacerla, en sus imposibles casualidades, en su humor y su canto festivo, viva y emocionante para el público. 

La obra se ubica en los años sesenta, marcado por el signo del franquismo, período histórico que será representado en la obra también desde el fino humor que guía toda la dramaturgia, desde la convivencia diaria con la dictadura, los miedos o la hipocresía a la censura a la libertad diaria de las personas. El período viene enlazado con un hecho histórico: la posibilidad abierta por parte de la iglesia, desde inicio de los años sesenta, para solicitar una dispensa papal para abandonar el sacerdocio. Se abría la oportunidad para muchos hombres que, motivados por decisiones familiares o sociales, habían abrazado su papel de sacerdotes y se veían atrapados en la imposibilidad de finalizarlo. Este acto promovido por Juan XXIII y Pablo VI suponía una importante revolución liberadora. No obstante, nada es tan sencillo, y menos en manos del Vaticano. 

Fotografía por Luz Soria

Uno de los hombres que se acogieron a esta dispensa fue el padre de Sanzol, a quien el dramaturgo homenajea en esta historia que tiene tanto de real como de absoluto deleite ficcional, como el propio dramaturgo reconoce en el programa de mano. En la obra, este viaje hacia la liberación sacerdotal se desarrolla a través de la vida de Jorge Arizmendi, el cura navarro que se convierte en motor de acción y que, de la mano del magistral talento interpretativo de Francesco Carril, nos guía por toda la obra con la misma ilusión que el personaje tiene por comenzar una nueva vida lejos de la sotana. 

El bar que se tragó a todos los españoles se construye dramáticamente como un continuo flash-back que la hija del protagonista, desconocedora del viaje real y vital que su padre emprendió en 1963, realiza a través del relato del regente del bar, como un guía no a los infiernos, sino a una liberación que la ayudará a hilar su propia historia. El relato se presenta entonces al propio estilo de un road trip (y significativamente comienza en Estados Unidos) y el marcado sentido teatralista de la construcción dramática, donde los personajes van alternando numerosos caracteres principales y secundarios para la reconstrucción de esta historia, no elude estrategias que rememoran al lenguaje cinematográfico. 

Fotografía por Luz Soria

El viaje se inicia en Estados Unidos, lugar en el que comienza la historia, aún como sacerdote, de Arizmendi. En Orange (Texas) empiezan sus andanzas, que lo llevarán a aprender marketing, vender aspiradoras, conocer a un matrimonio que lo acogerá como hijo -por su parecido casi idéntico con el que ellos habían perdido-, comprarse un coche que lo conduzca por el país hasta San Francisco, hacia nuevas experiencias y cómicos encuentros, de su primera relación sexual o su primera vez fumando marihuana hasta compartir fiesta de disfraces con Martin Luther King (disfrazado, para aumentar el disparate, de Rey Baltasar) y enamorarse de otra española en el país, Carmen Robles (Natalia Huarte), quien será su gran amor. El encuentro con la chica precipitará su insistencia en conseguir la dispensa papal, lo que lo transportará a otro viaje por Navarra, Madrid o Roma, dibujando con suma soltura, entre las imágenes y escenas humorísticas, de las mujeres de Telefónica y la corrupción franquista a la hipocresía de un vaticano que, recién fallecido el papa, solo permitirá su salida del sacerdocio a base de sumas económicas e, incluso, violencia. Del tempo lento del primer tercio de la obra, que rememora el ritmo pausado del blues, la obra va acumulando el disparate y precipitando su desarrollo, en un ritmo ahora frenético que culmina con una escena que recoge la poética macabra de Álex de la Iglesia en la figura del cura Txistorro aplicando la fuerza contra un alto mandatario eclesiástico para conseguir la firma que libere a Jorge de su sacerdocio y pueda así casarse con Carmen, de quien espera una hija. 

El espacio escénico está marcado escenográficamente por la construcción de un bar en el centro de escena, en una propuesta firmada por Alejandro Andújar, que pasa del sentido cerrado inicial a ir abriéndose junto con la historia. Así, a través de diferentes módulos y variaciones, la escenografía también viaja junto al personaje y el bar se va deconstruyendo para convertirse, manteniendo visualmente sus elementos, en las estancias que recorriera el protagonista. Todo ello coronado por la bella iluminación de Pedro Yagüe. 

Esta obra se disfruta, se vive con la intensidad de la historia y de los personajes, alcanzándose una profunda empatía con el protagonista en su crecimiento personal y su problemática, con el “seísmo personal, familiar y político”, como expresa Sanzol, que suponía abandonar el sacerdocio. El drama se oculta en la alegría de la propuesta escénica, de la música a un humor muy a la española y las tres horas de duración de la obra transcurren con fluidez y emoción para el público. Sin duda, el elenco es también profundo culpable de esto, de Carril a Elena González, Natalia Huarte, David Lorente, Nuria Mencía, Jesús Noguero, Albert Ribalta y Jimmy Roca, dando vida a una cincuentena de personajes. 

El bar que se tragó a todos los españoles vuelve al CDN del 15 de septiembre al 17 de octubre de este 2021. Sobra decir que es una cita teatral ineludible para quien aún no se haya dejado llevar por este viaje personal, familiar y tan español, para conocer más de nuestra historia desde aquellas vidas cotidianas que resurgen cargadas de vitalidad y entusiasmo y para seguir redescubriéndonos como sociedad. 

Tráiler por Bárbara Sánchez Palomero

Texto y dirección: Alfredo Sanzol / Reparto: Francesco Carril, Elena González, Natalia Huarte, David Lorente, Nuria Mencía, Jesús Noguero, Albert Ribalta, Jimmy Roca y Camila Viyuela / Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar / Iluminación: Pedro Yagüe / Música: Fernando Velázquez / Espacio sonoro: Sandra Vicente / Caracterización: Chema Noci / Movimiento escénico: Amaya Galeote / Ayudante de dirección: Beatriz Jaén / Seguimiento: Raquel Alarcón y Beatriz Jaén / Ayudante de escenografía: Carlos Brayda / Ayudante de iluminación: Antonio Serrano / Ayudante de vestuario: María Albadalejo / Asistente de escenografía y vestuario: Lola Rosales / Alumna en prácticas de la RESAD: Iria Ortega / Realizaciones: Pascualin Estructures, Mambo Decorados y Jorba Miró (escenografía), Sfumato (Ambientación escenográfica), Hijos de Jesús Mateos y May Servicios para el espectáculo (Utilería) y Maribel Rodríguez Hernández (Vestuario) / Producción: Centro Dramático Nacional


  1. Como muestra, puede leerse la crítica publicada por Marcos Ordóñez en El país: https://elpais.com/babelia/2021-02-19/tres-horas-en-el-blue-moon.html
  2. En: https://dramatico.mcu.es/evento/el-bar-que-se-trago-a-todos-los-espanoles/

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