ILUSIA: UN VIAJE HACIA LA ESPERANZA

España, Reseñas

Por Begoña Frutos (RESAD) / 30 de junio de 2021

El Teatro Alfil, uno de los espacios más emblemáticos de la ciudad de Madrid y situado en pleno corazón de Malasaña, completó su aforo el pasado 30 de junio de profesionales de la cultura, familias y espectadores anhelantes de asistir, como antaño, a un circo donde se irradiase ilusión y algo de melancolía durante los 60 minutos que duró el espectáculo. Una ilusión tan necesaria en estos tiempos iniciales de salida de pandemia, donde lo cotidiano es una celebración y con la certeza de que el recuerdo de los que ya no están nunca desaparecerá del todo. 

Bajo la dirección de David Ottone, miembro fundador de  Yllana, compañía referente en España del humor sin palabras, la obra nos propone un viaje a la época del cine mudo de los años 20 con los tonos y atmósferas propios de la época, sus cartelones con los subtítulos, sus gags slasptick, sus fondos musicales de pianola de bar e incluso con unos personajes que parecen trasuntos de Chaplin y de Paulette Goddard. 

Y en este teatro fantástico de objetos, Maese Pícolo y su hija Colombina recorren el mundo en su carromato mágico, que con gran facilidad escenográfica convierten igualmente en casa, en camas donde reorganizar sus sueños o en un salón de baile. Para Maese Pícolo y su hija Colombina parece haberse detenido el tiempo desde el momento en que ha desaparecido de sus vidas a causa de una enfermedad Rosarito La Pisacielos, trapecista del show, compañera sentimental del padre y madre de la joven, apoderándose de ellos desde entonces una enorme tristeza y añoranza. En eterno viaje en ese carromato con el que recorren el mundo, ambos se han pasado la vida haciendo reír a los demás, pero ahora no levantan cabeza: han perdido la ilusión, los números ya no tienen el mismo éxito y el público les entrega menos dinero por sus actuaciones.

Así las cosas, entre la pena por la ausencia de Rosario y las deudas que se van acumulando, la situación se ha vuelto dramática. Y se nos presenta entonces, a partir de este punto, una historia de amor y supervivencia cargada a su vez de humor y de ternura donde se entremezclan con naturalidad títeres, creaciones y los propios cómicos de carne y hueso. Un espacio en el que la línea que separa lo cotidiano de lo fantástico se diluye, favoreciendo la creación de atmósferas poéticas y espacios oníricos, sin perder por ello la lógica argumental de un potente hilo narrativo.

Contamos con la estupenda interpretación de Natalia Calderón, cuya voz ha dado hogar a espectáculos tan variados en estilo y estética como “La Calderona” o “27”, un espectáculo poético y musical este último inspirado en la obra de la Generación del 27. Aquí nos ha dejado sin embargo algo anhelantes de escuchar a Colombina a través de su voz y palabra al tratarse de un espectáculo silente. A su lado, el rigor de Eduardo Guerrero en el manejo de los objetos y de la expresión, con una aquilatada trayectoria en el teatro gestual que nos evoca a la magia ancestral de James Thierrée. Nuestros dos héroes igual manipulan títeres que cantan, bailan, sueñan o hacen payasadas, ataviados siempre con sus fantásticos uniformes de actuación. Ahora es tiempo para ellos de pasar hambre, cuando han conocido en el pasado tiempos de cierta opulencia. Maese Pícolo aparece siempre algo más atribulado, mientras que Colombina tiene un aire más decidido y una actitud en ocasiones algo pizpireta. Y ante nosotros tenemos siempre presente la cajita de música que rememora de manera constante a la añorada trapecista, indispensable piedra filosofal de todo el recorrido emocional.

Destacar la escena nocturna donde los dos personajes descansan en sus camas verticales y en la que Maese Pícolo rememora de forma nítida y deliciosa el momento en que conoció a la compañera de su vida. Una evocación en forma de gran marioneta creada bajo la inspiración de Juanjo de la Fuente y que desempolva situaciones propias en el espectador al hacerle despertar tiempos mejores con personas allegadas que ya no están.

Los fondos musicales presentes en prácticamente toda la obra son delicados y acompañan con fluidez el desarrollo de la historia, destacando especialmente el maravilloso “The First Time I Saw Your Face” de Roberta Flack y diversas apariciones del “My Favorite Things” de Sonrisas y Lágrimas. Se agradece el buen pulso de ritmo escénico, la sensibilidad técnica con que se maneja este homenaje a la esperanza sin olvidar a los que la perdieron y la cuidada producción de Mabel Caínzos para que todo confluya en ese presente que es el hecho escénico.

Una delicia y un espectáculo para todos los públicos que sigue la tradición de las grandes historias infantiles, en las que lo fantástico y lo divertido no están reñidos con lo profundo. Pero no por ello podemos decir que se trate de una obra genuinamente para niños, de hecho las espectrales apariciones del malvado Usurero es más que probable que provoquen un temblequeo a alguno de los más pequeños. Para alivio de todos, con toda justicia se abre al final de la obra un futuro de esperanza para nuestros personajes, que muy bien podrían perderse en su carromato al son del “Smile” de Tiempos Modernos por aquella misma carretera polvorienta y que después de tanto luchar toman por fin el largo camino hacia un tiempo mejor.Sin duda un espectáculo en el que nada de lo que se cuenta es ajeno a los niños y donde todo lo que se propone interesa a los adultos.

Dirección: David Ottone / Intérpretes: Natalia Calderón y Eduardo Guerrero / Dramaturgia: Rafael Boeta / Diseño de Vestuario: Tatiana de Sarabia / Escenografía: Tatiana de Sarabia, David Ottone e Ismael García / Diseño de Iluminación: Pedro Pablo Melendo / Música Original: Mark Álvarez y Natalia Calderón / Diseño de sonido: Luis López de Segovia / Grabación de piano: Erika López / Construcción de Muñeco: Juanjo De la Fuente / Dirección técnica: Ismael García / Construcción de escenografía: Scenik / Foto y diseño gráfico: David Ruíz / Producción: Mabel Caínzos y Natalia Calderón (La Calderona Producciones) / Producción Ejecutiva: Mabel Caínzos.

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