IRIBARNE: BUENOS MIMBRES, MUCHO TIEMPO Y POCO CESTO

España, Reseñas

Javier Ortiz (Productor y Gestor Cultural) / 16 de octubre de 2023

A Iribarne le pasa lo mismo que a los discursos de Fraga: le sobran (muchos) minutos y el final te pilla tan cansado que los hallazgos que pudiera contener se han perdido entre la morralla.

Iribarne contiene ideas muy buenas, como las referencias al silencio que se repiten durante toda la obra, el espacio escénico de la primera parte o la entrega de la compañía, que imprime un ritmo al espectáculo que cuando no está, se echa de menos… pero nada justifica la desmedida duración de un espectáculo que va de más a menos y que al final cae en un discurso que ni divierte ni convencerá más que a los afines, dejando huérfano (y aburrido) al resto del público. Pero vamos por partes, como el propio montaje. Iribarne es en teoría la historia del epítome de lo que los neocón han llamado reinventarse, la historia de un inmigrante que llega a la Galicia rural y que se adapta para estar siempre en el meollo del poder: en la dictadura, en la democracia o en el nacionalismo. Como el propio Iribarne, el espectáculo se reinventa en sus tres partes para pasar de la farsa al cabaret político y terminar en el teatro posdramático. Lamentablemente, en ninguna de esas partes alcanza la excelencia, y ello por dos razones. La primera es que para engrandecer a Iribarne hay que empequeñecer tanto al resto de personajes y retorcer tanto la Historia, que se acaba cayendo en el meme y en la sal gruesa. La acumulación de chistes fáciles y gratuitos empaña los buenos momentos como el de la bandera y resta efectividad a la propuesta, en la que, además, hay elementos que ya hemos visto en otras piezas, como el número de Maricarmen y sus muñecos o la conversación con el chófer, que se podían haber cortado para que el espectáculo fuera más redondo. La segunda es que, como reza la publicidad del espectáculo “no se trata de un biopic sobre Manuel Fraga”, sino de una diatriba contra el sistema político, una enmienda a la totalidad sobre lo que nos ha llevado hasta este momento. No hay nada malo en ello, si se hace bien y respetando al espectador. La versión de Las Aves de La Calórica es un ejemplo, por no hablar de otros modelos como La boda de Alejandro y Ana, de Animalario, El Intermedio o Polonia. Pero a medida que avanza el montaje, se abandona el código humorístico para entrar en el teatro posdramático, donde el espectáculo abandona sus mejores recursos (el elenco y el ritmo) y desaprovecha a los cinco intérpretes para sentarlos en sillas y pasar la mayor parte del último tramo del montaje dando foco a Esther Carrodeguas, que a modo de Madre Ubú, se erige en emperadora del espectáculo y nos conduce, agotados, hasta su final. No se puede pedir a una gamberrada como Iribarne que tenga la profundidad de Supernormales, pero teniendo un material como el de Fraga, del que han sacado partido tantos artistas imitando su habla, sus andares, o su capacidad para decir una cosa y la contraria y seguir cortando el bacalao, lo que ofrece Iribarne sabe a poco.

La compañía hace un buen trabajo en general, con mención especial para Mónica García y Lidia Veiga. La dirección debe decidir si quiere que Anxo Outumuro imite o no a los personajes que encarna, porque ahora mismo está en una tierra de nadie que desluce su trabajo. Los minutos musicales prolongan la duración del montaje y pesan al final, al igual que el cambio de espacio, una transición larga y en silencio que resta.

En resumen, Iribarne sería mejor espectáculo si revisara su duración y se tomara el humor y la Historia un poco más en serio. Y la próxima semana, como decían Tip y Coll, hablaremos del Gobierno.

Fotografía de Geraldine Leloutre

Iribarne de Esther F. Carrodeguas
Dirección de  Xavier Castiñeira

Del 12 de octubre al 12 de noviembre de 2023 en la Sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán (Madrid)

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