PALABRARISMOS: obra filológicamente divertida

España, Reseñas
Por Marina Ruiz Cano (Le Mans Université) / 5 de Octubre de 2021

El 20 de agosto arrancó la nueva temporada del Pabellón 6 con el estreno de la obra Palabrarismos, un (des)concierto de palabras a cargo de un elenco bien concertado. Bajo la dirección de Itziar Lazkano, quien ya interpretara esta obra en 1995, Sara Barroeta, Nagore Navarro, Iñaki Urrutia nos dan una lección magistral sobre el lenguaje. De fonemas nasales a consonantes oclusivas, de PeTaCa a BoDeGa, de sílabas sin sentido a frases con más o menos lógica. Todo está organizado para recordarnos las infinitas posibilidades del lenguaje hablado en todos sus ámbitos, del cotidiano al poético, del íntimo al administrativo.

La escenografía es sencilla, un espacio escénico casi vacío, acaso para subrayar la importancia del texto. En el principio era el Verbo, y de la nada emergen tres columnas de orden dórico a modo de facistol solemne, casi sagrado como la palabra. Hasta que los pliegues se abren, se entrelazan, se vuelven jónicos y exploran los intersticios del lenguaje, profanando las palabras para sacralizarlas ipso facto. Un zambullido en los orígenes del lenguaje y las funciones, tan manidas como versátiles, de Jakobson: función referencial (casa, mesa, caballo, fuego, pajarito), expresiva (¡Sí, sí, síii!), conativa (¡Más bajito!), fática (Señoras y señores), poética (me voy a volco lover) y metalingüística (intertextualidad, referencias a Gómez de la Serna o Blas de Otero). El aparato crítico y científico no se nombra, claro está, pero no es necesario para captar el mensaje: no hay mejor bandera pedagógica que el humor y los ejemplos.

Un texto inteligente, divertido y accesible donde silogismos, aforismos, epigramas, paranomasias y retruécanos se alternan con las excelentes pantomimas de Iñaki Urrutia y desatan las risas francas y viscerales del público. Infalible método para meterse al espectador en el bolsillo y captar su atención, hacer que escuche, que sea receptivo, que viva.

El hecho de que sea un espectáculo de humor surrealista no le exime de una función crítica centrada en los problemas de comunicación. Cuestión esta peliaguda en la actualidad en la medida en que los símbolos sustituyen cada vez más al discurso. Ya nada se nombra, y lo que no se nombra no existe. ¿Queda lugar para la polisémica sonrisa en un mundo lleno de emoticonos, en esta sociedad líquida y efímera donde todo es Snapchat? En cualquier caso, nos queda la palabra. “Naizena. Diodana.”[1] que escribiría Gabriel Aresti.   

La omnipresencia de lo visual nos animaliza y cada vez se presta menos atención al lenguaje, infravalorado a pesar de todo lo que se puede hacer (y deshacer) con él, desde el amor hasta la guerra. Frente al exceso de imágenes sin vida, que nos devuelven a la fase primaria de la historia humana, las palabras se revelan como signo distintivo de lo (fieramente) humano. Ante todo, se hace hincapié en la capacidad de emocionarse y de emocionar al otro con las palabras, la posibilidad de jugar, de sentir, de vivir en comunidad, de resolver problemas con diplomacia y sin violencia.

El eco de La Leçon (1950) de Eugène Ionesco también se deja sentir por momentos. Pero la maestra de ceremonias de Palabrarismos no cede al autoritarismo ni a la rabia – aunque a veces parezca que quiera exterminar al mundo -, como sí sucede con el Profesor de Ionesco, sino que termina por rendirse ante los disparates de sus compañeros, por unirse a su despreocupada locura. Solo inquieta seguir haciendo malabarismos verbales y defender la profesión de cómico. Luette, langue, palais, dents[2], todo un viaje por la fisiología. Hay que vibrar cada vez que se habla, sentir la energía del aire que recorre el aparato fonador, la fuerza de las palabras cuando explosionan en el aire, su bofetada dialéctica.

En definitiva, se trata de una obra con tres payasos VIP, elegantes donde los haya con los trajes de Borja Hernández, que utilizan lo que tienen para jugar: el habla. No es palabrerío vano y ocioso, sino vital palabrarismo que nos recuerda, como Rabelais, que “Rire est le propre de l’homme”[3].

Hablen con el vecino, comuniquen, exprésense. Jueguen con la lengua: la lengua es juego. Hay saliva para dar y tomar.

Dramaturgia: Ramón Barea y LA GALLEA DEL NORTE/ Dirección: Itziar Lazkano / Ayudante de dirección: Diego Pérez Retes / Intérpretes: Sara Barroeta, Nagore Navarro, Iñaki Urrutia / Escenografía: María Casanueva / Vestuario: Borja Hernández / Diseño de iluminación: Fernando Alcauzar / Producción: Pabellón Nº6.

Del 20 de agosto al 12 de septiembre de 2021 en la sala Pabellón 6 (Bilbao).

[1] Lo que soy. Lo que digo.

[2] Campanilla, lengua, paladar, dientes.

[3] Reír es lo propio del hombre.

Deja una respuesta